Miedo a alegrarse demasiado

Acerquémonos a un miedo extraño, el miedo a alegrarse demasiado.

Este llega en una situación tranquila y feliz. La cosa va tan bien que temes que, en cualquier momento, comience a estropearse. ¿Te suena? ¿Lo conoces?

No puede ser…

Algo malo está a punto de ocurrir

Es un día apacible, sin problemas graves en el presente ni en el horizonte. Te relajas en el salón y observas que tu pareja se está retrasando hoy un poco más de lo habitual: ¿Habrá tenido un accidente?

Llevas una temporada apoteósica en lo laboral, entre productividad, reconocimiento, beneficios… Y, de la nada, surge una misteriosa ansiedad: A ver cuánto dura esto.

¿Existe el miedo a alegrarse demasiado?

Tenemos tantos miedos (muchos, absurdos) que este es uno más.

A mí me asaltó no hace tanto. Vi que este blog estaba aumentando el tráfico y mi primera reacción fue de alegría.

Después, vino el desconcierto: ¿Cómo es posible? ¿Realmente mi página puede ser interesante para todas estas personas?

De ahí al miedo hubo un paso muy pequeño: ¿Cuánto durará? Mejor no echo las campanas al vuelo, no sea que mañana esté el blog desierto.

 Así somos, amigo. Sentimos miedo ante una situación amenazante. Y también cuando estamos felices, por el temor a perder lo que es motivo de nuestra alegría.

miedo a alegrarse demasiado

¿Y si nos damos permiso para estar contentos?

Tratemos de ver qué hay detrás de este miedo. Este podría ser el “razonamiento” del mismo:

Estoy muy contenta. Mal asunto. Si ocurre una catástrofe, me agarrará desprevenida y vulnerable. Así que voy a preocuparme por adelantado para protegerme de la adversidad.

¿Qué consigo con eso? Creo que muy poquito.

(1) La alegría, que se supone que debería de experimentar, la recorto. No me permito sentirla plenamente.

(2) La preocupación no me protege de nada. Lo que haya de pasar, pasará, independientemente de lo preocupada que esté.

Cuando me las vea de cara con una situación difícil, habré de afrontarla con lo que tenga a mano. ¿Y sabes qué te digo?

Que me quiten lo bailao

Las alegrías, grandes o pequeñas, están para agradecerlas, para sentirlas. Y, aun mejor, para compartirlas.

¡Qué rayos! Con lo fugaz que es nuestra existencia, ¿a qué viene que le demos prioridad al dolor y a la tragedia? Ahí, sí. En esas aguas nos sumergimos profundamente…

¿Por qué no hacemos igual con las circunstancias agradables?

 

¿Conclusión? Apreciemos lo bueno. Vivamos plenamente la alegría, sin miedo. Dure mucho o solo unos instantes. ¿Lo intentamos?

Por cierto, ¿sabes qué ocurrió con el tráfico del blog dos años más tarde? Perdió lo que había ganado. Y, sí, fue un poco triste.

Pero el tiempo en el que estuve feliz no lo perdí. Ese permanece conmigo. Es una experiencia que atesoro y que recuerdo con cariño.

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