Hay acciones con las que construyes felicidad, así como acciones con las que construyes desdicha. ¿Cuáles abundan más en tu día?
Algunos expertos sostienen que buena parte de tu felicidad la haces tú con tus pequeñas decisiones cotidianas. Cabe pensar que, igual que puedes construir felicidad, puedes destruirla y construir lo contrario: infelicidad.
NOTA: La persona a la que se refieren los siguientes puntos NO eres tú, necesariamente. Puede ser cualquiera.
1. Condicionar la felicidad a lo que pueda ocurrir en el futuro
Permaneces ciego a lo bueno que te rodea y desprecias lo que obtienes en el presente. No es tan maravilloso como a ti te gustaría. Serás feliz en el futuro, cuando se den determinadas circunstancias.
Esas circunstancias se darán o no, porque el futuro no está escrito. Lo que sí es muy probable es que dicho futuro se presente con su propio lote de complicaciones.
Y, si no aprendes a ser feliz con las complicaciones conocidas de tu presente, ¿cómo crees que serás feliz ante complicaciones que aún no conoces? ¿O es que no contemplas que las haya?
2. Concentrar tus esfuerzos en las cosas materiales
Centrarte en acumular más cosas de las que necesitas para estar a gusto apunta hacia la infelicidad. Has de pagar un precio por esas cosas, que es más que dinero:
- es el tiempo dedicado a la familia, a los amigos, a los hobbies o al descanso,
- es ser poseído por cada cosa que entra (porque cada una de ellas requiere mantenimiento)
- y, quizás, también la frustración de ver que la alegría se desvanece rápidamente, una vez que el objeto está en tus manos.
3. Compararte con otros
Compararse con otro es prácticamente automático. Una persona positiva con ganas de superarse (a sí misma) suele utilizar la comparación para aprender.
Pero el uso de la comparación del que hablamos es distinto: Cuando no te sientes a gusto contigo mismo y condicionas tu felicidad a ser, tener o lograr MÁS que otro.
- No te sientes tan bien con un logro, cuando observas que otros han conseguido lo mismo.
- Si tienes un éxito y otros tienen un éxito mayor, te tomas el tuyo como un fracaso.
- Solo digieres bien el fracaso, si ves que otros se han dado una torta más grande que tú.
(Aquí, experimentos sobre el tema.) Si ya eres infeliz, con esa actitud, te haces más infeliz aún.
4. Aislarte
Puede que te sientas tan infeliz, que tus ganas de socializar sean nulas. Prefieres quedarte a solas. No ver a nadie.
Que te ocurra de vez en cuando, no tiene mayores consecuencias. Pero, si la tendencia continúa, te puedes estar encerrando tu solo en una cárcel de la que te costará salir.
5. Anclarte en un papel de víctima
Mereces atención y apoyo por haber pasado un mal episodio. Pero, como cualquier persona que pasa por situaciones adversas, en algún momento habrás de levantarte y hacer lo que esté en tu mano para continuar por el rumbo que quieres.
Si no asumes tú esa responsabilidad, ¿quién esperas que venga a rescatarte?
6. Practicar un pesimismo excesivo
Atisbar y estudiar posibles obstáculos es propio de un pesimista moderado, que quiere prepararse para diversos escenarios.
Tú rebasas con creces ese nivel cuando vives tus fantasías catastróficas como si fueran una realidad consumada. Eso es pesimismo del nocivo, porque te mantiene asustado, triste y desmotivado para construir lo que sí quieres.
7. Hacer montañas de granos de arena
Una persona cualquiera le da un golpe a su coche. Se cabrea. Y, al poco rato, supera la incidencia. Quizás piense: “Podría haber sido peor.”
Tú, no. Después de darle el golpe al coche, exclamas: “¡Vaya m¡erda de vida! ¡Nada me sale bien! ” Amplificas el incidente, dándole a la abolladura una importancia exagerada y relacionándola con cuanta calamidad se te ocurra.
Esto, exagerar las pequeñas malas experiencias y extenderlas como la mantequilla, es otra manera de hacerte infeliz.
8. Disparar quejas sin descanso
Ocasionalmente, la queja sirve para conectar, para desahogarse y anima a buscar soluciones para resolver un asunto. Tiene su punto positivo.
Adoptarla como hábito es otro cantar:
- te predispone a ver lo que no funciona (y siempre lo hay, porque lo perfecto no existe),
- dejas de ver lo bueno, porque te acostumbras a buscar lo malo,
- te vuelves de un pesimismo cansino
- y mermas la moral y estresas a los pocos tengan la paciencia de escucharte a diario.
9. Hacer como que tus problemas no existen
Si una situación te incomoda, haces como que no está. Ya se arreglará sola. Pero esta táctica no funciona con todos los problemas.
Muchos problemas cobran fuerza cuando huyes de ellos y siguen persiguiéndote; siguen desgastándote y alimentando tus temores.
10. No plantearte objetivos
Renuncias a dirigir tu vida por el rumbo que te interese y dejas que otros tomen el control; te dejas llevar por lo que ocurra o te sientas a esperar mejores tiempos.
He ahí otra receta para la infelicidad. Sin objetivos difícilmente seas feliz, porque los objetivos sirven para conectar lo que es importante para ti con lo que haces en tu vida cotidiana.
El texto no está referido a ti, como indiqué más arriba. No obstante, si consideras que practicas alguno de los puntos anteriores, enhorabuena por el descubrimiento.
Prueba a darle la vuelta. Inténtalo. Lo único que podrías perder son ladrillos de desdicha.