¿Tienes en casa aparatos electrónicos que ya no usas? ¿Por qué te resulta difícil desprenderte de ellos?
Una de las razones por las que nos resistimos a deshacernos de estos aparatos es el precio que pagamos por ellos en su día. Precio que, actualmente, no se corresponde con su valor.
Si los avances tecnológicos hacen que los aparatos se vuelvan obsoletos en cuestión de meses, imagínate lo desfasados que están los que compramos en décadas pasadas…
¿Cuánto puede valer, por ejemplo, mi viejo walkman? ¿Y el reproductor de VHS? ¿Y esa cámara de vídeo que me costó un ojo de la cara?
Muy poquito. Pero yo todavía conservo el recuerdo de su precio original y del trabajo que me costó comprarlos.
Otra razón por la que solemos conservar esos aparatos es porque no sabemos qué hacer con ellos: a quién dárselos, dónde venderlos o, como en mi caso, dónde depositarlos.
Aquí, el punto de reciclaje más cercano está en un cerro a varios kilómetros de la población. Si no tienes coche, a ver cómo llevas los más voluminosos… (Bueno, esto es otro tema.)
Y, por último, está su reducido tamaño. Muchos de estos aparatejos ocupan poco espacio: juegos, radios, cables, teléfonos… Total, que se quedan indefinidamente guardados en cajas o cajones. Bien protegidos, claro. Porque, a pesar de no usarse y valer poco, son delicados.
Cuando se ve realmente lo que ocupan es a la hora de hacer una mudanza o una limpieza a fondo. Ese día, los pones todos juntos y te das cuenta de que son más y ocupan más de lo que pensabas.
¿Solución? Lo que yo he pensado es tomar una decisión la próxima vez que me encuentre un aparato viejo (que ya no use).
En lugar de devolverlo al armario o al cajón, le daré un destino: O encuentro alguien a quien dárselo o lo llevo al montón del olvido.
Así llamaré a mi propio “punto limpio”; un arreglo provisional, en tanto junto unos cuantos trastos y contrato un servicio para que los transporte todos al cerro. 😀
Imagen de TheAlieness GiselaGiardino