A pesar de que todos tenemos claro que los errores forman parte de la vida, a casi nadie le gusta equivocarse. ¿Por qué ocurre así?
Si las consecuencias de un error son trágicas, se comprende que lamentemos la equivocación. Sin embargo, los humanos solemos aborrecer los errores incluso cuando de ellos se desprenden consecuencias insignificantes.
Pese a que ahora veamos el error como algo natural, desde nuestra más tierna infancia se nos ha enseñado que el error es negativo.
Y pese a que conozcamos al dedillo el dicho: “De los errores se aprende“, los errores nos fastidian.
Si pudiésemos aprender sin errores, tanto mejor.
Los errores “íntimos“, aquellos que no trascienden, de los cuales sólo nosotros somos testigos, solemos sobrellevarlos mejor.
Sin embargo, cuando otras personas observan con nosotros nuestra metedura de pata, podemos reaccionar de tal manera que convertimos el que puede ser un error intrascendente en algo bien distinto.
La vergüenza, la culpa y la tendencia a “reparar“ lo antes posible el error, haciendo algo contrario que lo enmiende, son actitudes que asumimos para que la opinión de los otros no sea negativa.
En ocasiones estas actitudes toman un valor exagerado, que van mucho más allá de la importancia del error. Ahí es donde se nos va la mano.
Veámoslo con el ejemplo de un pequeño error: Hemos olvidado comprar en la tienda algo que nos encargó otra persona.
Si se nos hubiera olvidado algo para nosotros, sí, nos hubiera dado algo de rabia, pero enseguida hubiésemos ideado la forma para resolverlo: volver a la tienda, arreglarse con lo que hay en casa… Lo que fuera.
Cuando es para otro, es distinto. Nos encontramos con la persona y, avergonzados por el despiste, le decimos que se nos ha olvidado… O bien procuramos volver a la tienda a toda velocidad para comprar lo que nos encargó. En cualquier caso, la presión es mayor.
Si la otra persona no es muy considerada o se ha levantado con el pie izquierdo, nos recalcará el error haciéndonos sentir incluso culpables. “Mira que olvidarnos, para una cosa que nos pide…“
Lo anterior es un error muy pequeño. Imaginemos las consecuencias de un error más grande. Tener concebidos los errores como algo negativo y vergonzante no nos sale muy rentable, ¿no crees?
Los errores, como naturales que son, piden que los asumamos con naturalidad. ¿Las consecuencias? Por supuesto que nos responsabilizaremos de ellas. Una cosa no quita la otra.
Sigamos adelante, que hay errores y aciertos que nos están esperando. Contemos con los primeros, que son parte del juego también.
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3 respuestas a «Asumir los errores con naturalidad»