El mundo del trabajo puede ser infernal. Entre la sarta de sinsabores que se desprenden de él está el trato con personas que no están en su momento… (o puede que ni lo estuvieron ni lo estén nunca).
Una de esas personas es el compañero de trabajo quejica. Ese a quien nunca le va bien, nunca está a gusto… Y quiere compartirlo contigo y con quien se tercie.
Compasión con el compañero que se queja
Puede que lo esté pasando muy mal dentro o fuera del trabajo. Episodios de estos hay para todos. No viene mal desempolvar la empatía, porque otras veces es el prójimo quien ha de aguantarte a ti.
O a mí. Anda que no me he quejado yo veces en el trabajo… Un trabajo basura que hacía de mi vida una ídem. Eso sentía yo. Y, cuando hablaba, ya imaginas lo que lanzaba al exterior: porquería, amargura, tensión.
Pero en mi hermosa juventud no me daba cuenta de que así no se arreglan las cosas. Todo lo más, pones malo a quien está cerca y tú te sientes peor.
Todos tenemos problemas
Al fin aprendí que por mal que le vaya a uno la vida, no tiene derecho a estropeársela a los demás. Problemas tenemos todos, en el trabajo y fuera de él.
Ni yo tengo derecho a ponerte de los nervios disparando mis quejas en el trabajo, ni tú tienes la obligación de escucharme. Porque ya tienes tu propio lote de complicaciones de las que ocuparte.
Las quejas solo son positivas si de ellas salen soluciones. Si se queja uno por vicio o para llamar la atención, son negativas para uno mismo y para quien tenga alrededor.
¿Qué puedes hacer con el quejica del trabajo?
Nos referimos a ese (o esa) que vomita el malestar continua y compulsivamente. Ese que se limita a compartir lo mal que va todo.
1. Pregúntale qué piensa hacer al respecto.
Esto es mano de santo. Inmediatamente pones al quejica de cara hacia la solución.
Pero no se la des tú. Seguro que has comprobado que, cuando le das una solución a un quejoso de estos, encuentra objeciones a cada propuesta… hasta que te pone de los nervios.
Echa un ojo a estas propuestas si necesitas renovar tu repertorio de medidas anti-quejosos perennes:
2. Fíjate más en la gente que hace “lo contrario” en el trabajo
Lo contrario a quejarse, me refiero.
De esta gente positiva puede haber menos. Depende del trabajo y del ambientillo que reine.
Ten en cuenta también que, si tú te sientes mal, quizás estés atrayendo o viendo más a los quejosos y amargados, porque sintonizas más con ellos que con los que están contentos de la vida.
Así que, si ves que es esto lo que ocurre y puedes, haz el esfuerzo de mirar a la gente que hace su trabajo de mejor disposición. La actitud se contagia.
Felicítalos por su trabajo. Anímalos. Esos gestos importan. Ponerte del lado de los que intentan estar bien es beneficioso para ti y para el ambiente, en general.
Es una idea, que puede ser apropiada dependiendo de la situación. La siguiente es aplicable a un mayor número de situaciones.
3. Pásalo bien lejos del trabajo
Sería estupendo que no tuvieras un trabajo tan pesado, con gente que lo hace más cuesta arriba aún.
Si este es el caso, pon el acento a lo que haces fuera del trabajo. Cuando sales de ahí, no tienes que escuchar al quejica ni al resto de personas con quienes no te va muy allá.
¿Estrés extra? No, gracias
Hay situaciones difíciles para la mayoría de nosotros. Situaciones que nos estresarán: cambios bruscos, enfermedades, accidentes, etc. Y de las que no vamos a librarnos.
No vale la pena cargarse de estrés extra, porque le venga en gana al quejica egocéntrico de turno.
Que él/ella haga lo que quiera. Tú has de ver por tu salud.
Las quejas producen estrés. Y el estrés, no solo afecta a tu forma de pensar y de interpretar la realidad.
El estrés abre también un abanico de problemas físicos, como sabes: aumenta la presión sanguínea, aumenta el riesgo de padecer una enfermedad coronaria, de aumentar de peso, etc.
Ojalá que lo anterior contribuya a fortalecer tu determinación para combatir al quejica del trabajo. Ya tienes ideas que poner en práctica. ¡Suerte!