El odio es un sentimiento fuerte que vincula a las dos partes. Pero quizás sea un escalón para poder pasar a la indiferencia cuanto antes, en este caso.
Cada uno tiene sus razones para odiar el tabaco. Si tú fumas, puede que compartas alguna de estas conmigo.
Sumemos puntos en contra del tabaco que nos ayuden a liberarnos.
1. El deterioro de la salud
Son de sobra conocidos los efectos devastadores que fumar ocasiona en el organismo. A día de hoy creo que estoy a tiempo de evitar alguno de ellos, que son tan temibles (o eso espero).
Eso no quiere decir que esté como una rosa: Me fatigo horrores, experimento molestias respiratorias (entre ellas, la perenne congestión nasal) y, no es por ponerme hipocondríaca, pero también noto problemas de circulación en las piernas.
Nota mental: Fumar + Sedentarismo = Salud al carajo.
2. El gasto de dinero que supone
Si fumas, ¿qué te voy a contar a ti? No solo es una burrada de dinero el que se va, sino que se emplea en un pasatiempo autodestructivo.
Qué gasto tan absurdo.
3. Las inclemencias meteorológicas
Vale. Quizás no sea detestable para la mayoría tener que salir a fumar afuera cuando llueve, ventea o graniza. Lo que es a mí, me viene largo.
¿Y cuando hace un calor que no te deja ni respirar? Tremendo.
Sin embargo, más que la incomodidad física me pesa la estupidez. ¿Cómo estando calentita en casa necesito salir a fumar? Por placer no es, te lo aseguro.
4. El daño a terceros
Procuro ser muy cuidadosa para que las personas y animales de mi entorno no se conviertan en fumadores pasivos por mi causa. Pero la cosa no es fácil.
A veces llegan a una habitación que sigue impregnada de humo y no sé explicar exactamente cuál es la sensación que siento; una mezclada con culpabilidad, en cualquier caso.
5. La pérdida de tiempo
Equiparable a la pérdida de dinero es la absurda pérdida de tiempo. Entre salir a comprar tabaco, salir a fumar… o liar cigarrillos.
Porque esa es otra: Se me ocurrió la idea de pasarme al tabaco de liar para fumar (y gastar) menos. Un poquitín menos sí fumo, pero el tiempo que se va tontamente en liar la remesa de cigarrillos del día es otra cosa que me pesa bastante.
6. La abstinencia
Los fumadores podemos aguantar muchas horas sin fumar, a pesar de que el cuerpo reclame su dosis de nicotina. Si no, ninguno de nosotros dormiría o podría aguantar tres horas haciendo un examen sin salir a fumar, por ejemplo.
Es más, a mí me pasa que estoy de viaje y no pienso en el tabaco. Pero, de repente, veo un cartelito de “Prohibido Fumar” y ahí es donde me entran las ganas.
Qué sufrimiento es tener que aguantarse hasta encontrar una zona de fumadores. Y luego correr hasta allí, como si te fueran a dar un premio. Nada de eso. Tan solo quieres encender un cigarrillo que te quite la molestia.
7. La falta de libertad
¿Qué es eso de depender de un cigarrillo para poder sentirme “bien”?
Muchas veces me siento atrapada, impotente, coaccionada por un vicio. Es triste estar atada a una sustancia que te destruye lentamente y que se cuela en buena parte de tus actividades diarias, como si aportara algo bueno…
Eso sí, según mi punto de vista, la manera de romper con esta situación (que quizás no sea la mejor para todos) está en centrarse en la misma libertad que nos espera cuando consigamos dejar atrás la adicción.
En buscar lo que sí quieres, dejando de lado las cadenas, las enfermedades, las estupideces, los inconvenientes, etc., para pensar en cómo queremos que sea nuestra nueva vida.
¿Tú te has parado a pensar en tus razones para detestar el tabaco? ¿Y has pensado en cómo quieres que sea tu vida sin él?
Ya no fumo. Pero este escrito es muy preciado para mí. Me recuerda la prisión de la que escapé, para no tener la tentación de regresar.
Se lo recomendaría a cualquier fumador. Si es tu caso, escribe qué te hace odiar el tabaco antes de dejarlo. Y no pierdas ese auto-mensaje nunca. Mantenlo contigo.