Vamos a comenzar con la descripción de lo que podría ser el día que sigue a una mala noche de sueño.
Y después veremos maneras de arreglar el desastre.
Ayer te fuiste a la cama como cualquier otro día. Estabas sobrio y tranquilo. Tu habitación parecía bien acondicionada para el sueño. Te dormiste como de costumbre, pero el despertar fue distinto: Amaneciste cansado y con dolor de cabeza.
Cualquiera puede tener una noche de éstas. Muy de vez en cuando, sin que encuentre factores que expliquen el mal descanso, yo misma despierto así: hecha cisco.
Me pregunto qué pasó y cómo puedo esmerarme más cuando llegue la noche, para dormir mejor y recuperarme. Pero, antes de eso, toca hacer frente a muchas horas de vigilia en las que habrá que atender diversos menesteres.
¿Cómo encaras tú el día cuando has tenido una mala noche? ¿Cómo gestionas las energías para cumplir con lo tuyo?
Cada uno sortea la situación como puede. Eso es lo que yo estoy haciendo. Y, ya que me veo en ésas, aprovecho para compartir contigo tres remedios (que suelo reservar en el botiquín emocional) para salir airosa en este tipo de días:
1. Evita reforzar el malestar
Sientes el cuerpo como si hubiera sido arrollado por un tractor y la llamada del mundo, que espera tu asistencia puntual a tus responsabilidades.
Si pudieras tomarte el día de baja, asunto resuelto. Pero vamos a pensar que no. Te toca aguantar y apechugar con lo que caiga, mientras resuena una vocecilla en tu cabeza: ¡Ay, qué pesado es esto! ¡Qué cansado estoy!
Algo efectivo y simple es no prestar mucha atención a estos pensamientos. Porque, cuanto más les prestes, más sentirás en tus carnes el cansancio.
Piensa en otras cosas. En lo que vas a hacer a continuación, por ejemplo. ¿Café? Sííí… Qué bien viene en días como éstos.
2. Haz acopio de fuerzas
Te cuento.
Esta mañana hice a un lado los pensamientos de cansancio; me puse con el café y, al terminar de prepararlo, derramé todo el vaso en la encimera de la cocina. (Un inoportuno desastre derivado de la falta de sueño.)
Sin pensar en nada que no fuera recoger el café, limpié, preparé otro y, después, vino la remontada.
La mía consistió en tomar el aire, ducharme, arreglarme y desayunar en condiciones. Todas ellas, actividades para abastecerse de energía. En mi caso, la más efectiva fue la salida al exterior.
¿Qué haces tú por las mañanas para proveerte de más energía? Sea lo que sea, hazlo.
Que el cansancio no sea una excusa para descuidarte. Al contrario, esmérate más con la rutina mañanera y aprovecha las oportunidades a tu alcance para levantar el cuerpo y los ánimos.
3. Dosifica
Cuando la energía escasea, hay que administrarla muy bien. Lo sensato es atender lo más importante del día y hacer a un lado lo demás.
Prioriza. Elige lo que vas a hacer y ponte con ello, intentando salir de cada asunto lo antes posible.
Entre lo que puedes hacer a un lado sin remordimientos está el estrés innecesario que te saldrá al paso.
Por ejemplo, yo me ahorré el enfado por haber regado el café por la cocina. Total, iba a recogerlo de todos modos. ¿Para qué malgastar energías en un berrinche?
Nada de berrinches, por tanto.
- Y nada de quejas por el tráfico;
- nada de perder los nervios cuando la cajera del súper va despacio;
- nada de reaccionar como un resorte ante el comentario tonto de un compañero, etc.
Esas cosas drenan mucha energía. Y, en días como éstos, hay que cuidarla como cuando uno va con el presupuesto justo.
Espero que estas sugerencias no te sirvan, porque hayas dormido divinamente. Aunque también podrías probarlas en otras ocasiones. 😉