Independientemente de lo que vayas o no vayas a hacer, éste puede ser un día más agradable si encuentras la manera de disfrutar tus actividades.
La actitud hace maravillas.
Encuéntrale lo bueno a lo que hagas
La actitud no cambia la naturaleza de la tarea, pero sí influye en que te sientas mejor o peor respecto a ella.
Y, si puedes elegir, ¿porqué no pruebas a mirar lo que vas a hacer con ganas de sacarle lo bueno?
(1) Hay tareas en las que, salvo que estés muy apático, esto no va a suponer un esfuerzo. Son agradables de por sí: dormir, jugar, charlar, etc. A lo largo del día tendrás oportunidades de éstas.
(2) Luego están ésas que, aunque cueste arrancar, te sientes bien en ellas a medida que pasan los minutos. Por ejemplo, ciertas tareas del trabajo o el rato de hacer ejercicio.
Esas tareas (que pueden ser otras en tu caso) también tienen su “disfrute”. Además de que se hacen amenas cuando te concentras en ellas, brindan una sensación de logro o progreso.
(3) Y, por último, están las pesadas, las aburridas, las más incómodas e ingratas de todas. ¿Tienes unas cuántas tareas de éstas en tu agenda para hoy?
- Ir al banco. ¿Quién disfruta eso?
- El goce de fregar la cocina. ¿Estamos locos?
- Sacar al perro. ¿Otra vez?
¿Cómo se disfrutan esas tareas?
Tanto como “disfrutar”, no sé. A ver si te convence este enfoque:
Calla la vocecita que dice lo pesado que es “eso”. Y, a continuación, sumérgete en la tarea, sin pensar en lo a gustito que estarías en otra parte. Vive el momento como es.
Por lo general, la tarea no suele ser tan pesada como tú te la imaginas. Cuando estás manos a la obra, no lo pasas tan mal como cuando estás pensando en que tienes que hacerla. Además, te ahorras la pataleta mental del “no quiero” o “no tengo ganas”.
¿Y el disfrute, dónde está?
A veces se encuentra en la misma tarea. Pero, donde siempre lo vas a hallar, es al final de la misma.
La satisfacción que sientes cuando observas que has terminado algo necesario y que no se encuentra, precisamente, entre tu repertorio de placeres también cuenta como disfrute, ¿no?
Es más, cuando te sea muy difícil acallar las voces interiores del “no tengo ganas”, “qué pesado es esto”, siempre puedes recordarte la alegría que supone quitártelo de en medio.
¡Hala! ¡Hecho! ¡De una vez! ¿Qué sigue? Cuanto antes lo termines, antes viene lo mejorcito.
Imagen de Ricardo Alguacil