Luchas por tu objetivo dispuesto a enfrentar lo que llega por el horizonte, cuando tus principales “enemigos” quizás están muy cerca.
Tan cerca, que no los ves.
Tú puedes ser tu enemigo cuando te doblegas ante el miedo, cuando te pones límites o cuando saboteas tu progreso.
Y tus amigos, esas personas que te quieren, pueden actuar de la misma manera (a propósito o sin darse cuenta).
En un mundo ideal, encontrarías apoyo perenne en las personas que tienes más cerca: tú y tus amigos.
Pero éste no es un mundo de fantasía. Es un mundo donde es frecuente encontrar una oposición fuerte cuando intentas salirte del molde que han fabricado para ti.
Los amigos (incluyendo aquí a toda la gente cercana: parejas, padres, hijos…) son personas como tú.
Tienen inseguridades y otros defectos, como tú. Y no van a actuar de manera impecable en todo momento, como tampoco lo haces tú.
Entiende sus miedos
De entrada, cuando compartes un objetivo con tus seres queridos, escuchas palabras de ánimo: – Tú puedes. Lo vas a conseguir.
Bueno, no siempre.
Por ejemplo, a mí me costó años vencer la resistencia de mis padres a que tuviera un negocio propio. Ellos querían (y quieren) lo mejor para mí. Y, como les daba miedo mi futuro fracaso, no escatimaron en esfuerzos para disuadirme.
No sólo no me apoyaron en mi objetivo, sino que aprovechaban cualquier oportunidad para hacerme ver que me encaminaba al desastre.
¿Qué hice? Distanciarme un poco, no tocar el tema y seguir trabajando en solitario. Ya tengo mi negocio. Aún no asomo la cabeza con él, pero en eso estoy.
Mis padres ya no se oponen. Han cesado sus vaticinios apocalípticos. Supongo que, al verme decidida a salir adelante, están menos asustados por mi futuro. O quizás estén cansados de oponerse, no sé.
Las personas que tenemos alrededor se asustan cuando nos salimos del carril. Bien porque tienen miedo de nuestro posible fracaso, como les pasó a mis padres, o bien porque tienen miedo de sentir su propio fracaso.
Ahí estás tú con tu objetivo, el que sea (sacar adelante un negocio, perder unos kilitos, aprender alemán…).
Y, además de luchar contra tus propios fantasmas, has de guardar energía para defenderte de los fantasmas de tus seres cercanos.
Ellos pueden sentir miedo de que te distancies. O miedo de que tu progreso se convierta en un recordatorio de la batalla que ellos no están dispuestos a emprender.
Es probable que tu progreso despierte insatisfacciones, resentimientos o envidias entre quienes tienes alrededor; entre las personas que te quieren y que, antes que nada, son humanos.
Debido a eso, también es probable que alguno o varios amigos tiren de ti hacia abajo. Ellos quieren lo mejor para ti, pero también necesitan sentirse bien consigo mismos.
Consciente o inconscientemente te animarán… a fracasar:
- Venga. Por un día no pasa nada.
- Cómo has cambiado… Antes no eras así.
- ¿Todavía estás con eso?
- Qué bien vas. Ya sólo te quedan 1.000.000.000 € para tu objetivo.
La realidad es que tú estás caminando poquito a poco hacia tu objetivo y ellos, por la razón que sea, no lo hacen. Y, por mucho que te quieran, se frustran al ver tu progreso.
Lo mismo encuentras al amigo que se inspira con tu ejemplo y, gracias a eso, le pone más ganas a lo suyo, que te encuentras con el amigo que opta por la solución más fácil. ¿Y cuál crees tú que es la más fácil?
Según un viejo dicho, hay dos maneras de construir el edificio más alto: la primera, construirlo (ladrillo a ladrillo); la segunda, destruir los edificios que sean más altos.
Poco cambia aplicado a nuestro caso. El amigo tiene dos opciones para sentirse bien: o construye su edificio o derriba el tuyo.
Todo lo dicho es para que tomes tus precauciones.
Porque, si es que no te ha pasado ya, vas a encontrar alrededor a personas que, aun queriéndote, se van a sentir incómodos con tu progreso.
Entiéndelos. Acepta su naturaleza humana. Y, del mismo modo que te empleas en vencer la resistencia y los límites que te pones a ti mismo, empléate en vencer también sobre sus fantasmas.
Comentarios
2 respuestas a «Entiende al amigo que teme tu éxito»
Los miedos otra vez. En los dos extremos. Por un lado, desde fuera, ese miedo de los padres del dolor del fracaso de nuestros polluelos (se nos olvida que es inevitable), el miedo de los amigos a la distancia, por diferencia de intereses, por tiempo, por consecuencias adheridas a lo que viene… Y desde dentro el miedo de decepcionar, de que no nos entienden, de no entender por qué no nos apoyan (la sensación de que quizás los otros sí vean las dificultades reales, eso es el “y si…”), y al fracaso también, y a quedarnos, en ese caso, sin alguien que nos ponga tiritas en las heridas…
Es que las relaciones humanas son tan difíciles, y no tenemos manual, y nos tenemos que arriesgar a hacerlo bien, sabiendo que los errores nunca son a propósito.
Desde abajo se ve la montaña tan alta… y desde arriba se ve el suelo tan lejano.
Unos buenos tapones en las orejas, si queremos atrevernos… y adelante.
Feliz fin de semana.
Hola, Malú. Y sí que son difíciles las relaciones… Nos equivocaremos desde un lado y desde el otro. (Yo, si fuera madre, creo que tendría la ocasión de entender mejor a mis padres.) Nos queda eso, intentar hacerlo bien y aprender de los errores.
Muchas gracias. 🙂 Que pases un buen finde de enero. Va a ser fresquito. 😮