¿Qué es para ti una distracción? En tu vida cotidiana, puede que llames “distracciones” a las actividades que realizas para pasar un buen rato. Bien, bien.
Pero esta entrada no reflexiona sobre esa definición, sino sobre: apartar la atención de lo que estás haciendo, que es otra acepción de la palabra que recoge el diccionario.
Apartar la atención de lo que estás haciendo es sano cuando la acción que realizas es perjudicial para ti. Por ejemplo, preocuparte. Si llevas toda la tarde dándole vueltas a un problema, llamas a un amigo o pones una peli y te distraes un rato.
Pero eso, afortunadamente, no ocurre el día entero. Se supone que la mayoría de las acciones que realizas son “buenas” para ti, ya se relacionen con el trabajo o con lo recreativo.
Las distracciones tornan más correoso el trabajo, porque has de retomar el hilo tantas veces como te distraigas. Y, también, restan intensidad a los momentos de ocio o placenteros.
Te llega un mensaje al móvil y apartas tu atención de la conversación, del concierto o de la película que estás viendo. Por un instante, te sientes aliviado o feliz: ¿Quién será? ¿Qué dirá el mensaje?
Ya que pasa la distracción, vuelves a la acción principal para retomar el hilo. Pero, tal vez, no la saboreas como antes. Porque, para hacer esto, necesitas estar metido en la situación. Y, cuando vas saltando de distracción en distracción, esto es más difícil de lograr.
Porque, sí, las distracciones pueden ser divertidas o interesantes, pero a costa de robarle concentración a lo que tú has elegido hacer. Y, a menos concentración, menos disfrute o menos eficiencia, en el caso del trabajo.
Además, el breve instante en el que te captura la distracción, aunque sea agradable, no le llega a la suela del zapato a la satisfacción que experimentas cuando terminas lo que estás haciendo sin haberte distraído. Comprúebalo.
Imagen de Ed Yourdon