El fracaso ocasional es una experiencia conocida, más o menos frecuente, entre quienes hacemos cosas.
No ocurre lo mismo con el fracaso monumental. Fracasar estrepitosamente es difícil, porque supone dejar de hacer demasiadas cosas y ser consistente con dicha dejadez.
Como ocurre con el éxito clamoroso, habrá quien consiga llegar al extremo del fracaso. Pero el camino será largo y estará plagado de abandonos como éstos.
• Fuera las prioridades: ¿Qué es lo que a mí más me importa? Me da lo mismo. Según se presente el día, eso hago.
• Fuera los planes: ¿Qué objetivos quieres que tenga, si soy un pobre desgraciado? Eso, los que nacen con suerte.
• Fuera la responsabilidad: La culpa de que yo esté así la tiene [insertar cualquier sustantivo en este espacio].
• Fuera la organización: ¡Anda ya! Me voy yo a complicar los cuatro días que vivimos…
• Fuera el enfoque: A mí sólo me gusta [insertar aquí lote de distracciones]. Si no fuera por eso, la vida sería un asco.
• Fuera el segundo intento: Paso del tema. Esto es muy [insertar adjetivo desagradable].
• Fuera el aprendizaje: Eso no sirve pa’ ná.
• Fuera la gente: Si a mi hermano le va mal, que se aguante. Lo tiene bien merecido. Nadie le mandó meterse en el lío que se metió.
• Fuera el presupuesto: Lo que pille, me lo gasto. El dinero está para eso.
• Fuera el cuidado del cuerpo: Qué pamplina. Me voy a quitar de comer lo que quiero, ¿por qué? Si es de las pocas satisfacciones que tengo…
(Desde luego que son pocas. Con tanta renuncia, a ver cuántas satisfacciones puede uno tener…)
No sé a cuántas personas conoces que se comporten con esa completa dejadez. En mi entorno sólo hay una que casi, casi llega al fondo.
Las personas más “dejadas” que conozco, si bien lo son en algunas áreas, hay otras en las que muestran interés. Y, a su manera, hacen algo para alcanzar sus pequeñas o grandes metas.
Creo que la mayoría no nos situamos en los extremos del fracaso o del éxito. Hacemos cosas para seguir vivos y estar bien o un poquito mejor. Por eso es tan difícil fracasar estrepitosamente.
Habría que dejarse llevar sin rumbo, dejando de hacerse cargo de uno mismo. Y eso suena a estar más muerto que vivo. ¿No te lo parece?