Cada uno de nosotros tiene un estilo o un sistema para organizar sus posesiones materiales. Esta bien que sea así; que cada uno ordene lo que tiene como mejor le plazca.
Sin embargo, algunos de nosotros hemos descubierto que nuestros hábitos relacionados con el orden dejan bastante que desear. Sobre todo, cuando comienzan a acumularse cosas en casa.
¿A ti también te ha pasado? Hay señales más o menos sutiles que avisan de la necesidad de adoptar otros esquemas. Por ejemplo, éstas.
1. Tienes tantos chismes en medio que se te va media vida en limpiar.
2. Miras alrededor y no sientes la paz del hogar, sino un estrés galopante.
3. Hay un trastero en casa, pero se te ha quedado corto. Las cosas amenazan con abalanzarse sobre ti en cuanto abres la puerta.
4. Desearías tener un almacén para ti solito. ¿Y qué pasaría al llenarlo? ¡Oh, oh…!
5. Guardas docenas de cosas «por si acaso»; otras, porque «algún día lo usaré»; otras, porque son recuerdos de la familia; y otras, porque gastaste una pasta en ellas y tirarlas ni se te pasa por la cabeza.
6. En los armarios no cabe nada. Hay ropa actual, de años pasados, de décadas anteriores… y te da lástima deshacerte de ella. ¡Está prácticamente nueva!
7. Si alguien viene de visita, necesitas que te avise con mucho tiempo de antelación.
8. Vas a pagar las facturas y tardas en encontrarlas. Tienes que hacer otro papeleo y se repite la misma historia.
9. Necesitas encontrar las llaves del coche y encuentras los duplicados de todas las llaves que tienes, menos la copia o la llave que buscas.
10. Llevas un tiempecito sin donar juguetes, zapatos, ropa y otros objetos que no utilizas. ¡Con razón se han acumulado!
Pues, eso. Que un día se te ilumina la bombilla y te das cuenta de que necesitas tomar unas cuantas decisiones para hacer de tu hogar un sitio cómodo, que te dé buenas sensaciones.
Y eso no ocurre cuando tienes un montón de espacio lleno de cosas que no usas, que no son útiles y que ni tan siquiera te gustan. O cuando, las que hay, están ubicadas siguiendo unos criterios nada prácticos.
¡Cielos, qué desastre…!
Vale. Que no «panda el cúnico». Podemos buscar otra manera de ordenar las cosas. ¿Quién dice que no?
Puede que cometamos errores y nos lleve tiempo. Pero encontrar un «orden» adecuado (cada uno el suyo) tiene su recompensa, al menos en paz mental, ¿no crees?
Imagen de Paul L Dineen