Hablemos de cómo ser optimista cuando estás enfermo y de porqué esta actitud es conveniente.
Para empezar, sabemos que una actitud positiva (o ser razonablemente optimista) aumenta tu calidad de vida y previene enfermedades y malestares que tienen su origen en el estrés.
Hay estudios que lo demuestran y publicaciones importantes que lo difunden. Ésta, por ejemplo, de la Mayo Clinic.
Admitámoslo. Pero reconozcamos también que un estado emocional favorable no evita todas las enfermedades.
Y, a pesar de la creencia generalizada, tampoco se ha demostrado (por ahora) que tenga una influencia decisiva en la evolución de ciertas enfermedades, como el cáncer, por ejemplo.
(Aquí, un enlace con un estudio de 2007, de la facultad de medicina de la Universidad de Pensilvania, que sostiene esto.)
En esencia, la actitud positiva es uno de los factores que contribuyen a que estés sano o a que te recuperes de una enfermedad; uno (muy importante) que suma, junto a tu configuración genética, tus hábitos, el entorno y otros más.
Las limitaciones del optimismo
(1) El optimismo no es un seguro de vida. Por optimista que seas, la adversidad llamará a tu puerta. En este caso, una enfermedad.
Es para llevarse las manos a la cabeza que todavía haya personas que crean que se ponen enfermas (o que no mejoran) porque no son lo suficientemente positivas.
Pensando así añaden más culpa y presión sobre sí mismas. Se acarrean más estrés, que es lo contraproducente en estos casos. ¿No te parece?
(2) El optimismo no sirve de nada si no te cuidas. El pensamiento positivo vale un pimiento, si no es acompañado de sentido común y de otros hábitos saludables. Es más, si eres un optimista exagerado, puedes estar asumiendo riesgos muy serios.
Lo típico de no cuidar la dieta, por ejemplo, porque te sientes bien comiendo y bebiendo lo que te da la gana, y no crees que vayas a enfermarte. O de conducir con copas de más, porque los accidentes los tienen otros… Tú, no.
Y, ya cuando estás enfermo, es una temeridad pensar que vas a recuperarte sólo porque eres una persona muy positiva. Así, sin seguir el tratamiento con responsabilidad ni realizar cambios esenciales que te ayuden a recuperar la salud.
Los optimistas también lloran
Quién sabe de dónde habrán salido ciertas creencias… Como ésa de que los optimistas siempre están de buen humor, relajados y felices.
Las personas optimistas sufren cuando pierden a un ser querido. Sienten miedo ante ciertos retos. Se enfadan, se sienten amenazados, lloran…
¿O es que no tienen derecho a sentirse mal? Claro que lo tienen. Lo tienes tú, en este caso, cuando te diagnostican una enfermedad. Es humano asustarse y desahogarse llorando si te lo pide el cuerpo.
Lo absurdo, cuando sientes esa opresión en el pecho, es ignorarla o taponarla con un: “Todo va bien”. Esto es una tontería. ¡Bah!”
Optimista en la salud… y en la enfermedad
Qué fácil es hablar de optimismo cuando se está sano y todo va razonablemente bien.
Cuesta un poquito más en el momento en el que te diagnostican una enfermedad y te hablan del tratamiento, de la operación, de la recuperación… ya sabes. Es el anuncio de una temporada difícil.
Encajas la noticia con desconcierto. Los ánimos se te desploman. Y el viejo amigo “estrés” aprovecha para colarse en tu espacio: –Hola. ¿Me echabas de menos?
Es muy natural sentirse así. A unos nos afecta la noticia de una manera y a otros, de otra.
Digo, “nos afecta”, porque lo tengo reciente. Hace unos días que el médico me dio la noticia de mi enfermedad. Así es que me uno a los millones de personas (muchas de ellas, más optimistas que yo), que están afrontando males de salud.
Y, después de asimilar cada uno lo suyo, tenemos la opción de hundirnos en la fatalidad o de cuidarnos más y mejor. Lo que incluye cuidar de nuestro estado emocional.
¿Por qué alimentar la actitud positiva en estos casos?
Durante toda la entrada hemos recalcado que el optimismo (o la actitud positiva) no es una varita mágica, que hace desaparecer el problema.
Pero ayudar, ayuda muchísimo. En unas dolencias más que en otras, claro está:
- Te ayuda a ti a conservar la calma, a tener paciencia, a sobrellevar tus molestias, a observar tus progresos, a mirar hacia delante, etc.
- Y ayuda a quienes están a tu lado viviendo esa experiencia contigo. Para ellos también es un momento difícil.
Es muy buena ayuda como para renunciar a ella, ¿no crees? La actitud de querer curarte y de echarle ganas a la vida es uno de esos importantes factores que te ayudan a emerger en estos momentos y sólo depende de ti.
El quid del asunto está en cómo levantar los ánimos una vez que asumes que estás enfermo; cómo ser razonablemente optimista.
Venga. Apuntemos ideas…
Ideas para alimentar tu actitud positiva cuando estás enfermo
Vayan estos tres grandes pilares para apuntalar un buen estado emocional:
(1) Cuídate con esmero
Hazles caso al médico y a los profesionales que te estén cuidando. Sigue sus indicaciones.
Eso no quita que busques segundas opiniones médicas y demás. Pero llega el momento en el que tienes que ponerte en sus manos, hacer caso de lo que te prescriban y… confiar en ellos.
Además de eso, mímate con actividades o detalles que te suban los ánimos: Tus libros, tu música, tus películas favoritas, los programas de televisión que te hacen pasar un buen rato, etc.
No renuncies a esas actividades, aunque te encuentres desganado. Date unos minutos para probarlas. Distráete de las preocupaciones. Inténtalo. Ya verás cómo te ayudan…
Y no te olvides de cuidar también tu aspecto, en la medida de lo posible. Detalles como peinarte o vestirte con ropa que te sienta bien influyen más de lo que parece en tu estado de ánimo. Compruébalo por ti mismo.
(2) No te aísles
Es muy común aislarse cuando estás enfermo, quizás porque estás muy metido en tu malestar y no te apetece ver a nadie o porque no quieres que sufran los que te rodean.
Pero el aislamiento no sirve para mantener los ánimos en alto. Al contrario, te hunde más.
Esto también está en tu mano. Inténtalo. Si tienes la enorme fortuna de tener amigos y familiares que te quieren, en lugar de encerrarte, déjate cuidar, permite que quienes te aman estén cerca de ti.
Nos necesitamos unos a otros. Estamos para ayudarnos. En otra ocasión, te tocará a ti estar del otro lado. De la conexión con otros nace una fuerza inmensa.
(3) Aprovecha los buenos momentos
Mientras estás recuperándote o aprendiendo a convivir con la enfermedad, la vida continúa brindándote instantes para estar un poquito mejor.
Además de tus actividades preferidas (mencionadas más arriba), surgen ocasiones para sonreír y levantar los ánimos. O las puedes fabricar tú mismo.
No permitas que la enfermedad te robe todos esos momentos: Tomar un poquito de aire fresco, observar cómo juega un niño revoltoso, dejarte llevar por una melodía, mantener una conversación interesante…
Permanece atento a esas pequeñas cosas y envuélvete en ellas. Búscalas. Inténtalo. También te darán energía.
Ojalá que algo de esto te sirva. Pero ten en cuenta que no es una entrada escrita por una profesional de la salud, sino por una enfermita… de tantas que hay.
Una, que se ha propuesto ser optimista hasta el final. Una que, como tú, quiere estar mejor y va a poner de su parte para lograrlo.
Y, si has llegado hasta aquí leyendo, muchísimas gracias. Me ha quedado un post mega-largo. 😀
Imagen de h.koppdelaney