¿Eres una persona poco competitiva? ¿Crees que eso es un obstáculo para conseguir lo que quieres y ser feliz? Deja que se tambalee esa creencia con este artículo.
Vamos a conocer de cerca a la persona poco competitiva. Y veremos cómo puede ser feliz pese a su supuesta carencia.
Aquí tienes los contenidos. Sírvete a tu gusto.
1. ¿Por qué hay personas a quienes no les gusta competir?
Hay personas a quienes no les gusta la competición, incluso las hay que la detestan. ¿Qué explicación tiene?
Apuntemos tres. Elige la que más te pegue, si es tu caso.
1. La persona poco competitiva es así, simplemente
Ni es bueno ni es malo. Hay personas que no se motivan rivalizando con otros. Su personalidad es distinta de la de quienes sí son muy competitivos.
¿Conoces la popular clasificación: Tipo A y Tipo B? No es la favorita de los psicólogos, por ser demasiado simplista, pero nos sirve para ilustrar este punto.
Los cardiólogos Friedman y Rosenman, observando a sus pacientes en la sala de espera, elaboraron una teoría para contrastar entre dos tipos de personalidades muy distintas (A y B).
Persona Tipo A
- Es impaciente. Le resulta difícil relajarse. Quiere las cosas… ¡ya!
- Es muy activa. Dado a sus múltiples emprendimientos, acumula bastantes logros.
- Suele tener problemas con el estrés. Natural. No ha terminado de hacer una cosa, cuando está pensando en la siguiente.
- Es adicta a hacer varias cosas a la vez.
- Experimenta arrebatos de ira. Ira hacia hacia otros y, con más frecuencia, hacia sí misma, cuando no cumple con las expectativas que se traza.
- Quiere ganar fervientemente. Se presionará a sí misma para llegar lo más alto posible, lo más rápido posible.
Persona Tipo B
- Es hábil manejando el estrés. Pocas circunstancias la tensan. Y, muchas veces, es bastante productiva gracias a esa falta de ansiedad.
- Es dada a procrastinar. Aun así, no se estresa cuando ve que no terminará el trabajo. Le echa parsimonia al asunto.
- Tiene poco sentido de “lo urgente”, incluso cuando hay una fecha límite apuntando a su nuca.
- Es tranquila.
- Le gusta divertirse.
- Disfruta de su vida social. Quienes le rodean, también disfrutan la compañía de alguien creativo, relajado, que suele estar de buen humor.
- Es poco agresiva. Rara vez pierde los papeles.
Como ves, son dos polos opuestos. En la realidad hay un buen abanico de posturas intermedias entre la persona muy competitiva (que suele ser el Tipo A) y la persona a quien la competición se la trae al fresco (la Tipo B).
No hay nada de malo en que una persona sea más competitiva o menos. La persona poco competitiva es feliz así. Y cada cual es como quiere y entiende la vida como mejor le parece, ¿no crees?
2. La persona no quiere competir porque tiene miedo o se autoengaña
Dice que no le gusta competir, cuando en el fondo:
- cree (o intenta creer) que su postura o idea es la mejor. Le molesta que haya otro desafiándole;
- teme perder la posición o la ventaja, en favor de otro más cualificado, más fuerte o más astuto;
- se siente inseguro respecto a sus capacidades. Siente miedo a no dar la talla, si se le compara con otros en el mismo terreno.
3. La persona ha conocido la parte oscura de la competición
La competición es sana cuando nos invita a desarrollar nuestro potencial y a superarnos. Pero deja de ser sana cuando se enfoca en anular o aniquilar al contrario.
Es posible que una persona desarrolle aversión a competir cuando ha acumulado experiencias negativas como estas:
➜ La competición le dejó poco de lo que aprender. Un competidor no le ganó la partida limpiamente, por méritos propios, sino poniéndole la zancadilla o con otras artes sucias.
➜ La competición transformó a su pareja o a un amigo en un rival. Se contaminó una relación cooperativa. Sus integrantes pasaron de ser aliados a ser adversarios.
➜ La competición convirtió una actividad inocente en una batalla de egos. La diversión se esfumó del juego, cuando lo más importante no era disfrutarlo, sino hacerlo mejor que el contrario.
➜ La competición le supuso un desengaño. Trabajó codo a codo con un compañero. Este, cuando se presentó la ocasión, veló por sus propios intereses y se marchó en solitario después de haberse aprovechado de la cooperación.
➜ La competición le produjo una desoladora frustración, cuando un único ganador fue coronado y el resto, donde él/ella se encontraba, derrotados.
Son ejemplos. Cuando una persona se encuentra repetidas veces con esa cara de la competición, es natural que le tenga poca simpatía.
2. ¿Cómo puede ser feliz una persona poco competitiva?
Sin desmerecer en absoluto el estilo y el criterio de la persona competitiva, vamos a apuntar las ventajas de no serlo.
O, más bien, de ser poco competitivo. Porque un poquito de competición es sana, si la persona la emplea para superar sus límites y, con ello, alcanzar sus aspiraciones.
A lo que dice “adiós” esta persona poco competitiva es a medirse continuamente con otros, para ver cuánto le falta para batirlos. Es decir, a la competición excesiva.
➜ ¿Qué ventajas tiene la persona a quien “le falta obsesión” por superar a sus rivales?
- Acumula menos estrés. Competir a saco produce tensiones y frustraciones cuando vienen mal dadas, que poco aportan a su bienestar.
- Vive con menos miedo. Sabe que es muy probable que, si se lo propone, llegue a su cumbre. Y acepta que, una vez llegue, no estará allí eternamente.
- Está más tranquila. Le da prioridad a construir para sí misma, al ritmo que crea conveniente.
- Hace su propia definición de “éxito”, que puede parecerse más o parecerse menos a lo que los demás piensen que es el éxito.
- La envidia no le carcome. Si no le fascina competir, pasa menos tiempo deseando lo que otros tienen.
- Celebra sus logros sin que sus carencias presentes le nublen la celebración.
- Sabe ser feliz con el éxito de otros. Se alegra cuando otras personas consiguen eso por lo que han luchado. ¿No es esta una forma de multiplicar las alegrías?
- Sabe compartir su éxito. Coopera para que todas las partes implicadas ganen. Y así, cultivando buenas relaciones, se acerca más a su propio éxito.
- No lleva a cuestas un ego pesado. Se libra de la necesidad de probarle a nadie esto o aquello. Tener un ego ligerito es una ventaja, por la de tiempo y energía que se ahorra.
- Disfruta creando. En muchas ocasiones, quienes compiten obsesivamente innovan poco. Suelen imitar lo que hace otro para superarlo. Sin la presión de quedar por encima, esta persona está más motivada y tiene más tiempo para innovar.
- Decide dónde está la meta. No llega al final cuando supera al que está delante, sino cuando ella lo decide. ¿Y si quiere seguir avanzando por su propio camino mientras viva?
3. Conclusiones
➜ La competición es un hecho inevitable. Todos, hasta los menos competitivos, tendremos rivales: en un juego, en el amor, en el trabajo. Pero no todos competiremos de la misma manera.
➜ Hay personas a quienes les gusta la competición. Crecen, son felices con ella y aportan mucha riqueza con su actitud, tanto en sus vidas como en las de aquellos que les rodean.
➜ Hay personas a quienes no les gusta competir (aunque tengan que hacerlo) y también pueden ser felices. De hecho, el propósito de esta entrada es recopilar las ventajas de la actitud poco competitiva.
La persona no competitiva puede decir “no” a la presión de superar a sus rivales, pero le conviene decir “sí” a la posibilidad de superarse a sí misma.
Le conviene para sacar partido a esas ventajas que hemos enumerado más arriba. Pero, en última instancia, es ella quien decidirá cómo usar esas ventajas.
¿Has llegado leyendo hasta aquí? ¡Guau! Muchas gracias. Espero que te hayan servido mis indagaciones en el tema.