Hacer que se traguen sus palabras como estrategia motivadora

Vamos a explorar una motivación que sirve como espaldarazo: hacer que se traguen sus palabras.

Tu ex, la persona que te rechazó, el maestro que te hizo de menos… Esa gente que pateó tu ego diciéndote que no eres suficiente, que no sabes, que no puedes, etc. O, quizás, tratándote con lo opuesto al respeto.

¿Qué sentimos desde que somos muy chiquititos cuando nos dicen que no podemos hacer algo? La imperiosa necesidad de probar que se equivocan.

Esto puede enfocarse de varias maneras. La más tranquila es enmarcar las palabras de esta gente como lo que son: simples opiniones de humanos con docenas de defectos, que quizás no tienen porqué merecer excesivo crédito.

Pero, tal vez, a ti se te ocurra hacer algo con la rabia y la indignación que sientes: aprovecharla como impulso para levantarte y lanzarte a conquistar unos logros que, además de callar a los bocazas, enriquecerán tu vida.

hacer que se traguen sus palabras

No serías el primero que lo hace. De hecho, esta estrategia motivadora (si podemos llamarla así), es popularísima.

Hay cantidad de personas que llegan al éxito después de haber sido ninguneados o rechazados. O, quizás, gracias a haber sido tratados de esa manera.

En una entrada de hace tiempo, comenté el ejemplo de Lady Gaga, que fue despedida de su primera compañía discográfica porque no le veían mucho futuro a su música “rara”. Anda que consiguió que se tragaran sus palabras…

La literatura, el cine y la realidad misma también se llenan de ejemplos de personas que se sintieron menospreciadas. Y, a raíz de ello, se les avivaron la creatividad y la energía para conquistar metas.

¿Funciona esta estrategia?

Al menos como impulso inicial, sí. Pero hay que reconocer que una autoestima sana y una motivación intrínseca hacen mejor base que el simple: “Voy a hacer que se traguen sus palabras.”

Cuando partes del amor (autoestima sana) y de un cambio que te entusiasma en sí mismo (motivación intrínseca), el proceso es más agradable y también más estable.

La motivación extrínseca (probar que se equivocan, en este caso) no tiene tanta fuerza para sustentar un cambio a largo plazo, porque tus expectativas pueden salirte rana, entre otros inconvenientes. Ahora veremos esto.

Y si, durante el cambio, no haces nada para apuntalar tu autoestima, corres el riesgo de sabotearte a ti mismo y mandar el éxito a la porra.

Sí, tú mismo, en caso de que realmente pienses que vales poco o que no puedes hacer tal cosa, por rabia que te haya dado escucharlo de boca de otra persona.

Se da la paradoja de que, cuando estamos convencidos de que no nos merecemos el éxito que cosechamos (en las relaciones, en el trabajo, etc.), encontramos la manera de estropearlo.

estropeado y roto

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[amazon_link asins=’8449324750′ template=’ProductAd’ store=’tusbuemom-21′ marketplace=’ES’ link_id=’f2e324e4-38f7-11e8-ba09-df6a4ae2c7be’]Nos lo dice Nathaniel Branden, alertándonos de uno de los peligros de la baja autoestima: cuando “sabemos” que somos unos pobres desgraciados, encontramos el modo de hacer que la realidad cuadre con la imagen que tenemos de nosotros mismos.

 

Sin quererlo, de manera inconsciente quizás, boicoteamos el progreso que hemos hecho.

Los riesgos de “hacer que se traguen sus palabras”

El primero, ese que hemos dicho: que, si tu autoestima está flojilla, tú mismo boicotees sin pretenderlo el progreso que hagas. Con lo cual, serás tú mismo el que se trague sus palabras. Mal asunto.

Esto lo puedes esquivar aprovechando cada avance para alimentar tu autoestima y no solo la satisfacción de ver que estás más cerca de probarle a otro tal o cual cosa. Tú estás primero. Te interesa probártelo a ti mismo.

Otro riesgo: que te quedes corto

Pongamos que te despiden del trabajo (con ejemplos es más rápido y ameno), porque el lamecul0s de turno ha convencido al jefe de que no das el ancho.

Y tú, si no a ellos, te dices a ti mismo que se tragarán sus palabras cuando se enteren de que estás en un puesto mucho mejor del que te echaron.

a por el éxito

Dejas que la indignación te dé fuelle y meses más tarde estás colocado en un buen puesto, pero no tan vistoso como para llamar la atención de quienes te hicieron de menos. ¿Te sabe a fracaso?

Si tu motivación solo era restregarles en la cara tu éxito, sí has fracasado (al menos, de momento). No estarás muy feliz, a menos que puedas ver lo que tu logro significa para ti, no para los bocazas:

Has entrado a un sitio donde te valoran, el puesto es bueno y te has quitado de encima el disgusto de verles la cara a esos que te echaron.

Ojalá todos los fracasos fueran así.

Otro más: que pasen olímpicamente de tu éxito

Seamos sinceros. Por mucho que a otras personas les importen nuestros éxitos o fracasos, a uno mismo es a quien más le afectan.

Vale. Los seres queridos sí tienen interés en verte bien. Pero aquí no hablamos de esos, sino de los que te dicen que no vales, que no eres capaz o suficiente.

¿Cuánto les puede importar a estos lo que pase con tu vida?

Supongamos que tu pareja se va con otro u otra, que dice que es mejor que tú. Y que, entre la avalancha de sentimientos que experimentas, está la necesidad de demostrarle lo que se ha perdido al sacarte de su vida.

Pasa el tiempo. Haces unos cambios maravillosos. Estás mejor que nunca y deseas encontrarte con él/ella para que contemple tu esplendor y se muera de la rabia por haberte dejado.

persona exitosa

Aquí es donde tu expectativa puede salirte rana. Quizás no se cumpla lo que esperas, porque los sentimientos de tu ex no dependen de ti.

Tu ex-pareja quizás pase un kilo de tu éxito o no le impacte tanto como tú piensas. Lo mismo le da vueltas un ratito y ya está. Esa noche dormirá como las anteriores, sin el remordimiento que hubiera puesto la guinda a tu venganza.

Claro que puede pasar que te quedes sin guinda… ¡Pero mira la tarta de diez pisos que has hecho, caramba!

Objetivamente, estás mucho mejor que cuando tu ex salió por la puerta. Es más, puede que gracias a eso, se hayan producido estos cambios y estés listo/a para darle la bienvenida a gente que te quiera bien.

No te salió que se tragara sus palabras. Pues no. Fracasaste en ese detalle. Pero, de nuevo, ojalá todos los fracasos fueran así.

Otro riesgo más: que la motivación diga “bye-bye”

Esta motivación es muy debilucha comparada con la motivación intrínseca.

Cuando algo te motiva intrínsecamente (por el bien para ti que representa) tú recuerdas y ves continuamente tus progresos. Y eso le da gasolina a tu motivación para que sigas adelante.

Pero si solo tienes la motivación de hacer que se traguen sus palabras, necesitas recorrer un largo trecho hasta llegar a ese final. Mientras tanto, dependes de que la rabia continúe encendida dándote impulso.

Mantener el fuego encendido es más difícil, porque no hay retroalimentación, como en el caso de la motivación intrínseca.

Dependes de imaginarte ese glorioso día en el que te plantes frente a ellos y les digas: ¡Venga! ¡Trágate tus palabras!

Puede que para algunas personas apasionadas esto sea suficiente para mantener el fuego. Pero para muchas no lo es.

Las emociones amainan, llega la calma. Y, cuando recuerdas las palabras del energúmeno que te menospreció (o energúmena), experimentas una molestia poco explosiva.

No es suficiente para darse a la misión de cambiar. Todo lo más, para mandarlo por enésima vez al sitio que peor suene.

Cerrando

¿La motivación de hacer que se traguen sus palabras es efectiva? Para arrancar, sí puede serlo.

Pero, por sí sola, sin otras motivaciones que la sustenten, no es de lo mejorcito. Necesitas emplearla en conjunto con otras, por los riesgos que conlleva.

Espero que te sirva mi experiencia. Sí, sí… Yo también he usado esta motivación y he vivido en primera fila lo que te cuento.

Tú caso puede ser otro. Y aquí tienes variables que pudieras tener en cuenta, a fin de elegir qué es lo que quieres hacer. Esa es la intención.

Gracias por leer.


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