Todos tenemos tareas que se aplazan indefinidamente. Me temo que tú también.
Seleccionas lo que vas a hacer hoy (o durante la semana) y hay tareas que eliminas de tu lista. Porque no hay tiempo para todo. Ya las harás “algún día”.
¿Qué pasa cuando estas tareas se van quedando relegadas, porque siempre hay algo más importante que hacer?
Son las tareas que se aplazan indefinidamente

Ahí te esperan ese rincón de la casa en el que te gustaría poner un poco de orden; la grieta de la pared que quieres sellar; las fotos y otros archivos del disco duro, que están amontonados en una misma carpeta, etc.
No son tareas urgentes. Quizás las dejas hasta el año que viene… y no pasa nada. Pero se van acumulando, ¡caramba!
No sólo físicamente. También ocupan espacio en tu mente, cuando cada dos por tres te recuerdas: “A ver si me pongo con esto de una vez…”
Y otra razón para tomarlas en serio es que, con el paso del tiempo, pueden convertirse en un problema: El desorden sigue creciendo y la grieta en la pared, lo mismo.
¿Qué tal si las anotas la próxima vez que alguna de ellas se te pase por la cabeza?
Haz una lista de esas tareas aburridas y poco prioritarias. Hoy no pienses en ellas. Pero… ¡tachán! (aquí viene la propuesta) resérvales un día en el calendario para ocuparte de las que quepan en él.
Llegó el temido día

Un día de dolor y sufrimiento, dedicado a esas tareas pesadas o anodinas que has ido posponiendo. Ese día es llamado así por los chicos de Asian Efficiency. Para mí se les ha ido un poco la mano con la denominación.
El nombre es lo de menos. Quedémonos con la técnica:
Llega ese día clave. Agarras la lista y te dispones a sufrir. Una tarea ingrata; otra más… Siguiente tortura… Así, hasta que despejas la lista.
Para amenizarte el engorro, improvisa: vístete con lo más cómodo, ponte música apropiada, ten café a mano… Lo que sea que te haga más ligera la carga.
La parte más alegre es cuando miras que se van cayendo de la lista tareas que llevaban siglos pendientes. Y, por supuesto, cuando al final del tortuoso día, te recompensas por tu hazaña… y te sientes genial por tu victoria.
Consideraciones
La idea está bien, aunque yo quitaría la parte del “sufrimiento”. Muchas tareas se hacen más pesadas porque las abordamos pensando que van a ser un tostón insufrible. Después, cuando entramos en materia, vemos que no son para tanto.
Otras, es cierto, son una monstruosidad de pesadas. Pero pensar que lo son ayuda menos que ponerse manos a la obra sin pensar. ¿Durante 10 minutos? Buenos son.
Por mi parte, no programo un día completo “de dolor y sufrimiento”. Lo que sí hago es reservar un hueco (al mes o quincenal) para una o varias de esas tareas que se quedan colgadas, por intrascendentes o pesadas que me resultan.
Se podría decir que reservo mi “rato de sufrimiento”. Pero, créeme, con un cafecito y otras tareas más gratificantes preparadas para ese mismo día, lo que se dice “sufrir”… sufro lo justito. 😉