Hablemos hoy de un remedio anti-estrés bastante asequible: terminar cosas. ¿Qué sensación tienes al final del día cuando haces balance de las tareas importantes que has dejado hechas?
Entre los variados obstáculos que hoy se interpondrán entre tú y tus prioridades pueden hallarse estas dos amigas (muy conocidas en el blog): la pereza y la procrastinación.
Unas veces, te las encuentras juntas. Por ejemplo, supongamos que hoy es el día en el que decides enviar un e-mail importantísimo.
Como no tienes ganas de redactarlo, te pones a ver un rato la tele. Ver la tele es una actividad más agradable. En este caso, estás procrastinando. Y, como la actividad es comodona y ahorra energías, también estás siendo perezoso.
Pero también te las puedes encontrar separadas. Di que, en lugar de redactar el e-mail, decides regar las plantas, hacer la colada, ordenar los armarios, etc.
¿Estás siendo perezoso? Qué va. Todo lo contrario. Pero sí estás procrastinando, ya que la tarea de e-mail era más importante que la docena de tareas que has hecho en su lugar.
Todos procrastinamos
Lo anterior es una realidad que nos afecta a todos. A unos más, a otros menos. Unos días más, otros días menos.
Simplificándolo mucho, digamos que la procrastinación tiene bastante que ver con el miedo (miedo al esfuerzo, a la incomodidad, al rechazo, a lo desconocido, a hacerlo mal, a hacerlo bien, etc.).
La mayoría de nosotros nos encontramos en algún momento ante tareas que nos inspiran estas sensaciones poco agradables. (No te pasa sólo a ti.)
Otras veces, procrastinamos sin ser conscientes de ello, al no haber definido con claridad nuestras prioridades.
Diferimos en las actividades y en las razones. Pero compartimos la procrastinación y, desafortunadamente, también el estrés que genera.
La tarea que te persigue
El e-mail importante que dejas de escribir, por atender otras tareas o por quedarte viendo la tele, se queda “colgando” en tu mente. Al final del día, descansas peor que si hubieras pasado el mal rato de sentarte a escribirlo.
Ocurre cuando haces a un lado tus prioridades. Y el estrés crece si, día tras día, vas eludiendo lo incómodo o atendiéndolo a medias.
Pero eso tiene solución, incluso cuando te has acostumbrado a procrastinar. La sugerencia del día sirve para ir rompiendo con ese hábito estresante: terminar cosas.
Decide qué es lo más importante del día. Y, al menos, deja terminadas un par de cosas antes de ir a dormir. (El e-mail engorroso y tu rato de ejercicio, por ejemplo.)
O, si te cuesta, que sea una. Termina la tarea más importante del día, para ir saboreando la paz y la satisfacción que se sienten cuando cumples lo que te has propuesto.
De paso, verás que, cuando así lo decides, muestras decisión y coraje para enfrentarte a lo incómodo. Y podrás utilizar esa misma actitud cada vez más veces.