Todos procrastinamos de tanto en tanto. Dejamos a un lado lo importante para dedicarnos a otros menesteres.
Como pasa con casi cualquier asunto, la procrastinación ocasional tiene sus ventajas. El problema surge cuando se convierte en un hábito que nos hace sentir mal y que impacta de manera negativa en nuestro día a día.
¿Es tu caso? ¿Crees que procrastinas demasiado? ¿Por qué crees que lo haces?
La respuesta a esta pregunta es interesante. Identificar las principales razones por las que procrastinas puede ayudarte a ir cortando con este hábito (si es que quieres hacerlo).
A continuación exploramos algunas respuestas para la pregunta:
¿Por qué sueles procrastinar?
1. Porque dejas las cosas para el último minuto
Prefieres trabajar bajo presión. Quizás, porque te gusta sentir la adrenalina en el cuerpo. O porque siempre lo has hecho así y los resultados son aceptables.
Queda la duda de si estás empleando todo tu potencial al darte un tiempo tan limitado para cumplir con la obligación. Eso solo puedes responderlo tú.
Si haces un buen trabajo con el reloj pisándote los talones, ¿cómo te iría dándote un poquito más de tiempo?
2. Porque sueles evitar las tareas desagradables
¿Las evitas porque te gana la pereza? En pequeñas dosis, esta cualidad tiene muchas ventajas. Puedes ver el modo de aprovecharla.
¿Las evitas por no quedar mal? Tal vez prefieres que los demás piensen que no te has esforzado a que te consideren un incompetente por no desenvolverte bien en una actividad.
Por ejemplo, tú jamás cocinas. Sinceramente, lo haces fatal. Pero prefieres que otros piensen que eres un comodón.
3. Porque en tu día abundan las tareas repulsivas
A lo largo del día encuentras muchas de estas. Fregar los platos, limpiar inmundicias hogareñas, romperte la cabeza con un informe que ni leerán siquiera… Provocan una sensación radicalmente opuesta al placer.
Pero esas tareas están ahí y que hay que hacerlas.
La táctica a emplear con ellas es quitártelas de en medio lo antes posible. No las dejes para luego animándote mientras tanto con tareas más llevaderas.
4. Porque abundan las tareas enormes
Son esas brutalmente abrumadoras. Consumen mucho tiempo. Y cuando las tienes en frente te provocan un suspiro de agobio.
La estrategia aquí es: «divide y vencerás«. Subdivide la macro-tarea en pequeños pasos y concéntrate exclusivamente en uno antes de pasar al siguiente. Como en un maratón, pasito a pasito.
5. Por indecisión
Aplazas tus decisiones porque no te apetece cargar con las consecuencias negativas que puedan derivarse de las mismas.
Así nadie puede echarte la culpa, por ejemplo, de que dejaras el coche inservible en tu intento de cambiarle el aceite. Todavía no se lo has cambiado.
6. Por perfeccionismo
El perfeccionista suele procrastinar de lo lindo. Traza unos estándares tan altos para cualquier cosa que hace, que pocas veces ve el momento de empezar. Y, ya que empieza, le cuesta horrores terminarlas.
Quiere que todo quede “perfecto”. Y, como esto pocas veces es posible, le entra la ansiedad y abandona… o se estresa brutalmente.
7. Porque fallas estableciendo tus prioridades
Puede que, sin saberlo, seas un procrastinador redomado. Es lo que menos se te pasa por la cabeza cuando estás el día entero trabajando.
Sin embargo, recordemos que procrastinar consiste en elegir una actividad más apetecible, en lugar de esa que es más importante.
Así, puedes pasarte todo el día realizando tareas secundarias y no terminar con lo que, se supone, es prioritario.
8. Por ciertos obstáculos emocionales
Hay ciertas tareas con las que te bloqueas al haber tenido una experiencia negativa anterior. Esta queda latente y despierta justo cuando te encuentras con una tarea similar.
Un ejemplo es volver a prepararse un examen que has suspendido con anterioridad. O, quizás, volver a tratar con el jefe después de haber soportado algún comentario hiriente.
Pueden haber multitud de motivos por los que tu estado emocional no es el idóneo para llevar a cabo la tarea.
Estos obstáculos son más difíciles de saltar que los anteriores. Te tocará afrontar la emoción negativa que surge (miedo, rencor, culpa, etc.). Primero, identificándola y, después, controlando los pensamientos negativos.
9. Por falta de energía
¿Sabías que una de las principales razones por las que se procrastina es por la falta de descanso?
En el día no deben faltar momentos para desconectar y descansar. Más que de la cantidad de minutos o de horas, importa la calidad.
Dormir bien, hacer ejercicio físico, practicar un hobby, salir a dar un paseo… No son pérdidas de tiempo, al contrario. El descanso adecuado aumenta la productividad.
10. Por falta de ayuda
Hay tareas que no tienes porqué absorber en solitario. Piensa en todas las que se derivan del hogar, por ejemplo.
Estas pueden compartirse, a menos que vivas solo. Y, en otros terrenos, tienes disponible la opción de delegar tareas.
Aprovéchalas cuando puedas. No te cargues con más trabajo del necesario.
En mi caso, he procrastinado por bastantes razones de esas. Aunque podría reducirlas a una sola: el miedo (a la incomodidad, a meter la pata, a salirse de lo conocido, etc.)
¿Qué hay de ti?
Explora porqué procrastinas y decide qué hacer al respecto
La batería de arriba puede ayudarte a identificar las razones por las que procrastinas y, en algún caso, a ponerles otro nombre: excusas.
Y, si estás determinado a reducir unas u otras, estas 4 propuestas de mano de Psych Central también pueden servirte.
Ya que haces un repaso sobre cómo estás utilizando tu tiempo…
1. Reconoce lo que está ocurriendo
Vamos con los ejemplos para entenderlo más fácilmente:
- Hace mucho frío para salir a la calle. Me puedo resfriar. Mejor me quedo en casa y salgo cuando haga mejor tiempo.
- La muela me duele. Mañana, si empeora el dolor, voy al dentista.
- Hoy no estoy inspirado para escribir esta carta. Ya lo haré el lunes.
¿Y si te planteas que las razones que has elegido para posponer lo que no quieres hacer ahora no son las auténticas?
Analízalo despacio. Quizás descubras, como yo, que detrás está el miedo (a la incomodidad, al esfuerzo, a los errores, etc.)… u otras causas.
2. Llega hasta la raíz de tu procrastinación
En realidad, puedes estar evitando ir al dentista hoy por otras razones: Porque te dé reparo concertar la cita por teléfono, porque te preocupe la factura, porque le tengas miedo al dentista…
Y detrás de la falta de inspiración o de las ganas de salir a la calle, podría estar, en realidad, que prefieres dedicarle el tiempo a algo más cómodo o divertido.
Sincérate contigo y admite los verdaderos motivos por los que procrastinas.
3. Identifica las posibles consecuencias
¿Qué puede ocurrir si pospones la actividad que sea? Puede que nada grave o puede que…
- tu salud se resienta por cada día que te quedas en el sofá, sin hacer ni pizca de ejercicio.
- la muela te dé mucho más castigo, por no haber ido al dentista.
- o que se te acumulen una montaña de cartas y trabajos de aquí al lunes.
4. Y, ahora, ¡decide!
La procrastinación es una decisión que tú realizas en ese momento. Una decisión de la que tendrás que responsabilizarte.
Por eso es buena idea tener claras tanto las razones reales por las que eliges no hacer una cosa, como sus posibles consecuencias.
Tú tienes el control para cambiar ese hábito que, quizás, es estresante para ti. O, quién sabe, puede que no te apetezca cambiarlo. El caso es que no es una característica inmutable de tu persona.
Y por si has decidido procrastinar menos, aquí tienes un montón de ideas breves, que quizás te inspiren: 30 Ideas para vencer la procrastinación.