Dolor de cabeza, estornudos, malestar general… Trabajar cuando estás resfriado es duro. Pero la faena no tiene piedad y te espera igualmente.
¿Cómo hacer frente a las obligaciones cuando el cuerpo no te sigue? Apuntemos ideas para sacar el día adelante.
El resfriado que irrumpe en tu vida
Si el resfriado es de los gordos, la opción más sensata es tomarte unos días para reponerte, ¿no crees? Especialmente, si tienes fiebre.
Aliméntate bien, toma las medicinas que te indiquen el médico o el farmacéutico, bebe líquidos y cuídate para restablecerte cuanto antes.
Total, si vas a trabajar, en lo que vas a ser más productivo es en desplegar gérmenes a tu alrededor para contagiar a los demás. No merece la pena y es una faena contra el prójimo.
Claro que no todos los resfriados son iguales, ni todas las personas los padecemos del mismo modo.
Si tan solo sientes algo de fatiga, un dolorcillo de cabeza y algún otro síntoma de poca importancia (como me pasa a mí en este momento) puedes organizarte de otro modo.
Vas a ser menos productivo respecto a un día en el que estás despejado y radiante como una mañana de verano, pero tampoco estás tan enfermo como para no salir de la cama.
Entonces, ¿qué hacer con el trabajo y otras obligaciones?
Tres sugerencias.
1. Selecciona actividades
Es de cajón. En la medida de lo posible, evita las actividades que requieran un considerable esfuerzo físico o mental. Y evita también (si puedes) aquellas que demanden mucha atención, como conducir, por ejemplo.
Si te es posible y dependiendo de los síntomas de TU resfriado, selecciona las actividades imprescindibles para sacar el día adelante.
2. Trabaja en intervalos cortos
Aunque los síntomas de TU resfriado sean ligeros, cualquier actividad se hace más pesada.
Te entiendo, porque estoy escribiendo ahora mismo en esas condiciones. ¿La solución?
Para mí está en trabajar en intervalos cortos, de 15 minutos aproximadamente. Hago pausas con más frecuencia para reponerme y continuar trabajando durante un ratito breve. (Echa un vistazo a la técnica pomodoro, si no la conoces.)
Así puedo hacer frente a esas tareas que me he propuesto sin torturarme y sacar el tiempo necesario para descansar y reponerme. Quedarme el día entero tumbada sería muy aburrido.
Aclaro: Esto no es un consejo médico. Lo que hago es compartir contigo una experiencia personal sobre qué hago en esos días en los que estoy un poquito resfriada.
Esos días hay que ser comprensivo con uno mismo. Y, si aparece una sensación de culpa por hacer a un lado actividades y compromisos, saber ponerle un freno.
Esa sería la tercera recomendación.
3. Ponle freno a la sensación de culpa
Muchos de nosotros seguimos trabajando con el resfriado a cuestas. No hay más remedio. Pero tenemos el “gran” mérito de hacernos esos días más pesados de lo que son, al cargar con la frustración y la culpa de no estar avanzando lo suficiente.
¿Qué podemos encontrar en nuestro botiquín emocional para esos casos?
¡Ah, sí! Dos pildoritas sin contraindicación alguna en este caso:
1. Aceptación
Ha pasado así. Y ya está.
Amaneciste resfriado sin explicarte por qué:
- Tu alimentación es sana.
- Te lavas las manos regularmente.
- Duermes lo que necesitas.
- Haces ejercicio.
- Te abstienes de abrazar a personas resfriadas.
- Y podríamos hacer más larga la lista de precauciones…
La prevención no estorba. Pero has de dejar la puerta abierta a tu humana realidad. Y los humanos, de tanto en tanto, nos indisponemos con accidentes o arrichuches variados.
Hay que contar con las enfermedades como contamos con cualquier otro imprevisto.
Ocurre, sin más, porque es muy difícil mantener bajo control todas y cada una de las variables que pueden desencadenar una enfermedad.
Acéptalo, pues, como haces con cualquier obstáculo. Este te hará ir más despacio o detenerte durante unos días. Y después podrás seguir con tu ritmo habitual.
2. Paciencia
Ya, ya… Te fastidia frenar y tienes la sensación de estar perdiendo el tiempo.
Pero piensa que, si no frenas, puedes llevar la situación a peor y prolongar el malestar durante más días. Y entonces sí que perderás tiempo innecesariamente.
No te tortures con la idea de que después tendrás que ir a doble velocidad para ponerte al día. El estrés es un mal jarabe.
Aprovecha estos días ralentizados para invertir en ti y en tu recuperación, de paso que ejercitas la paciencia. Es una oportunidad de oro para hacerlo.
Lo prioritario es tu salud. ¿Después? Encontrarás el modo de continuar con tus rutinas y retomar tus prácticas, como otras veces has hecho.
Todo esto te lo estoy recordando, porque ya lo sabes. Pero a veces necesitamos esos recordatorios y sentirnos acompañados por otro humano que está en el mismo trance. 😀