Érase una vez una persona con la siguiente política respecto a los compromisos o peticiones:
Da el “sí” cuando te lo pidan. Después, siempre puedes dejar que el asunto se enfríe o encontrar una excusa para escabullirte. Pero, en el instante del “sí”, todos están felices y te ahorras las tensiones.
¿Algo en contra? No. A esta persona le convencía esa manera de proceder. Y habrá otras que sintonicen con ella.
No obstante, aquí defendemos una postura distinta, a la que le vemos ganancias más sustanciosas, al menos en las relaciones que valen la pena:
Da el “sí” cuando estés convencido del “sí”. Y, ya que lo hagas, cumple con lo acordado.
Esta alternativa parece más beneficiosa para la autoestima. Eres honesto contigo y con el otro (que te hace la petición). Respetas tus prioridades y superas el miedo de caerle mal.
Y también parece más beneficiosa para las relaciones, ya que la confianza crece cuando “el otro” y todos los demás saben que actuarás conforme a lo que has dicho.
¿El inconveniente? Esta opción es más difícil que decir que sí y, después, ya veremos. Así que, para allanar un poco el camino, van las siguientes ideas.
1. Aprende a decir “NO”
Es útil. En algún momento, alguien te hará una petición que no puedas o no quieras atender. Y, cuando estás convencido del “NO”, es un error decir “SÍ”:
(1) Si te escabulles más tarde, la tensión no desaparecerá. La extenderás pensando en el tema, buscando tu excusa y, como paso último, enfrentando a la persona que te hizo la petición.
Y, si lo que no querías de primeras era decepcionarle, decirle “No” cuando ya se había preparado para el “Sí”, es una decepción mayor, ¿no crees?
(2) Si cumples con tu palabra, renuncias a hacer lo que quieres dando prioridad a los deseos de otro. Esto, tan “generoso”, es un criadero de resentimiento que, como bien sabes, no le hace bien a las relaciones.
Las relaciones se fortalecen cuando das de corazón; no cuando te sientes obligado.
2. Deja claro aquello con lo que te comprometas
Estoy muy contenta de que hayas accedido a ayudarme con mi mudanza del fin de semana. Pero, mientras tú piensas que la misión consiste en ayudarme con un par de paquetitos, mis cuentas son tenerte el día entero acarreando cajas.
Para evitar ese tipo de confusiones, aclara desde el primer momento a qué te estás comprometiendo.
Sé específico. Tal vez quieras hacer lo que te piden, pero no estás en la disposición de hacerlo tal y como prevé la otra persona.
3. Acuérdate de lo que prometes
– Quedamos en que me ibas a prestar el coche esta semana.
– ¿En serio? ¿Yo dije eso?
Promete poco. Pero, ya que lo haces, toma buena nota de lo prometido. En el calendario, si hace falta.
Deja que los demás se den cuenta de que, cuando dices que vas a hacer una cosa, la haces. La integridad es una cualidad que mejora tanto las relaciones con los demás, como la relación que mantienes contigo mismo.
4. Avisa con tiempo, si no puedes cumplir
Si un impedimento se cruza en el camino y no puedes cumplir con tu palabra, avisa al interesado tan pronto como te sea posible.
La otra persona entenderá (o no) que falles, por una causa ajena a tu voluntad. En ese caso, tal vez quieras ayudarle a buscar una alternativa.
Nos toca aceptar que alguna vez caemos en errores o nos vemos sorprendidos por imprevistos. Lo cual no impide que elijamos conducirnos con honestidad e integridad la mayor parte del tiempo.
Quién sabe. Quizás te convenza más la diplomacia de la persona del inicio de esta entrada. Como siempre, estás tú para decidir cómo quieres manejar estas situaciones.