Sobre tus hombros pesa la responsabilidad. Se hace un silencio tenso y, tan notorio, que sientes cómo tu corazón palpita.
Muchos ojos están pendientes de ti. Has colocado el balón en el punto de penalti y esta jugada es decisiva. La gloria te espera si consigues el tanto. Pero, si fracasas, te caes con todo el equipo en el abismo del fracaso.
¿Cuál es tu penalti? Porque no hace falta ser deportista para experimentar una sensación así.
Cada uno de nosotros siente presión por cosas diferentes: ante una cita, ante un examen, ante un salto al vacío… Y hay quien la siente incluso a la hora de salir a la calle y encontrarse con cierta gente.
Lo que para mí puede ser una situación agobiante, quizás para ti sea una molestia minúscula, si es que llega a eso. Porque la presión es única para cada persona.
Desde un punto de vista terrorífico, podemos decir que la presión es como una amenaza: Has de resolver el problema, si no quieres padecer terribles consecuencias.
Qué miedo. Qué inseguridad. Qué ansiedad. Qué horror…
¡Claro! Es natural que alguien se sienta presionado viendo las cosas así. Pero, ¿por qué no verlas de otro modo?
Aquí tienes dos buenas armas que puedes usar para combatir ciertos momentos de presión:
Quitarle importancia al asunto
La definición de presión que hemos improvisado para describir ese estado de nervios desbocados es exagerada y propia de una película de terror.
En ella, resalta el miedo que hace que veamos la situación más peliaguda y amenazante de lo que es en realidad.
Cuántas veces sentimos presión y nos desgastamos por problemas que no merecen ese sufrimiento. Buena parte de la presión sólo está en nuestra cabeza…
- ¿La Tierra se saldrá de su órbita si fallamos?
- ¿Un rayo se precipitará del cielo partiéndonos en dos?
- ¿Pasaremos el resto de nuestra existencia viviendo bajo un puente con las ratas?
Un ejemplo de presión innecesaria que en ocasiones nos atormenta es el qué dirán; el miedo a no cumplir las expectativas que otros tienen sobre nosotros.
Situación que, como otras, puede abordarse con calma; observando las posibles consecuencias de manera más lógica, sin que nos ciegue la emoción del miedo y nos haga exagerar más de la cuenta.
Centrarte en lo positivo
Volviendo a la escena del penalti. Asumes tu responsabilidad frente a una situación decisiva. ¿Cómo la enfocas? Tienes dos opciones.
La primera, la de la definición que hemos dado de presión: centrándote en las fatales consecuencias si fallas.
Ahí es donde el sudor frío se desliza por tu frente, comienzan a temblarte las piernas, dudas de tus capacidades y respiras el fracaso antes de que tu pie toque la pelota.
La segunda: centrándote en lo que tienes a favor.
Quizás hayas afrontado situaciones como ésa o más difíciles docenas de veces. Lo único que hace que ésta sea distinta es el miedo.
Piensa en los penaltis que has convertido fácilmente. Estás preparado. Tienes recursos. Tú puedes. Tú sabes. Enfócate en eso, en lugar de darle más importancia al posible fracaso.
Si estás pensando que esto es más fácil decirlo que hacerlo, no te voy a llevar la contraria. Son habilidades que requieren de práctica.
Pero en una cosa puede que sí estemos de acuerdo: La presión viene de dentro (por mucho que el entorno empuje) y podemos aprender a manejarla.