Una situación es estresante cuando tú la interpretas como una amenaza. Como intuyes unas consecuencias terribles, tu corazón empieza a latir al son de una danza de guerra africana.
Ah, tu corazón… Todo tú, cuerpo y mente, empiezas a moverte siguiendo el ritmo frenético de los tambores.
Esa energía te viene de lujo para un combate cuerpo a cuerpo con el enemigo o para escapar de un león hambriento. Pero es un desperdicio en las situaciones corrientuchas que vamos a poner de ejemplo.
Sólo eso. Por tanto, nada te impide interpretarlas de otra manera, decidir mantener la calma o tomar medidas para que se repitan lo menos posible.
Ejemplos de situaciones típicamente estresantes
1) Sales de casa con la hora pegada y vas a llegar tarde al trabajo (o a la cita que sea).
Por un día, no pasa nada. Si la situación se repite, lo que te ayudará es planear un poquito para días sucesivos.
Por ejemplo, decidir que prioridades vas a atender por la mañana, dejar tareas fuera de la lista o levantarte 20 minutos antes.
2) Esperas a que te atiendan y los que van delante se lo toman con mucha parsimonia.
Llevas diez minutos esperando en la caja del supermercado. Y, ya que va a llegar tu turno, el empleado comienza a charlar con el cliente que va delante de ti.
Se preguntan por la salud y esas cosas, mientras que tus orejas se van poniendo rojas de la indignación. ¿Cómo no vas a estresarte?
A ver, analicemos la situación. Lo que está pasando es que a ti no te gusta que el ritmo sea tan lento. Y, al parecer, no puedes hacer nada para que aceleren los de la caja. Bueno, sí. Puedes meterles prisa. Pero también tienes otras opciones:
- Respirar lenta y profundamente.
- Salir del agobio y mirar un poco a tu alrededor, ya que estás allí. ¡Eh! Mira qué bebé tan sonriente hay detrás de ti.
- Quitarte de la cabeza que los presentes están conspirando en tu contra para desquiciarte o hacer que llegues tarde.
- Alegrarte, porqué no, de lo contentos que están el cliente y el empleado, que parecen amigos que se han vuelto a ver desde hace tiempo. Sólo van a compartir unos instantes. Sé generoso.
3) Esperas a que llegue alguien, que se retrasa bastante, con el montón de cosas que tienes por hacer.
Ésta y la situación anterior son difíciles para mí. Necesito todavía mucha práctica para no dejarme llevar por el nerviosismo y la impaciencia.
No me gusta la situación. Pero puedo ensayar otras respuestas cuando me veo en ella: aceptar que los demás no se mueven siempre al ritmo que yo quisiera; escuchar música; aprovechar para adelantar trabajo o dejar un mensaje para encontrarnos otro día.
Con mirar el reloj continuamente, refunfuñar y quejarme sólo consigo sentirme peor, más estresada.
4) Te estás quedando sin batería en el teléfono móvil.
¡Horror! No tienes cargador a mano. ¿Y si te llaman? Deja el pánico. Piensa en lo peor que puede pasar: ¿Que tengan que llamarte más tarde?
En caso de que seas tú quien necesite llamar, tienes recursos para improvisar de sobra, como anotar el número de la agenda (antes de que haga kaput la batería) y llamar desde otro teléfono.
Algo se te va a ocurrir. Y vas a tomar tus medidas para no pasar por la misma incomodidad. ¿Para qué vas a estresarte?
5) No consigues pegar ojo por la noche.
Tu cuerpo está cansado. Tu mente, no. Sigue inquieta y sin cuentas dejarte dormir.
Aquí también tienes la opción de dejarte llevar por el estrés y la opción de procurarte algo de calma.
Podrías poner una música suave, de ésas en las que se mezclan sonidos de la naturaleza, y “meterte” en el paisaje, mientras respiras despacio y profundamente.
Si no te duermes con eso, puedes levantarte a los veinte minutos y hacer una actividad tranquila, en tanto te da sueño.
Nada te fuerza a estresarte más, a dar mil vueltas en la cama de mala leche y a mirar el reloj cada cinco minutos.
Hemos visto ejemplos de situaciones estresantes de la vida moderna. (Aquí tienes más.) Y las respuestas que se proponen también son ejemplos. Cada cual las resolverá como crea conveniente.
Lo que sí está claro es que podemos elegir, tanto cómo interpretamos una situación como la manera de responder ante ella. Y, sí, podemos practicar respuestas más tranquilas.
Imagen de Amy McTigue