Fortalecer la autoestima para superar el rechazo

La autoestima nace de un conjunto de creencias que tiene la persona acerca de su propio valor.

Dichas creencias son una especie de conclusiones o «pruebas» que cada uno ha ido obteniendo a través de sus vivencias. Y suele ocurrir que, quizás de manera inconsciente, solemos buscar más «pruebas» que corroboren esas creencias.

Fijémonos, por ejemplo, en una persona con baja autoestima. Ésta prestará más atención a lo que le suceda que confirme lo que piensa de sí misma.

Imagínate que cree que es físicamente poco agraciada. Un día, se mira al espejo esforzándose por gustarse… y no se ve tan mal.

Pero, más adelante, esta persona es rechazada por alguien de su interés. ¡Oh, no! El rechazo se convierte en una prueba que demuestra que tenía razón:

No le gusto porque soy fea.

Lo bastante para que, la próxima vez que se mire al espejo, se encuentre mucho menos atractiva.

lupa

El rechazo fatal

En una u otra circunstancia, a todos nos rechazan alguna vez en la vida. Así es que ya sabemos que hay rechazos muy dolorosos…

No queda de otra que seguir adelante. Pero, para una persona con baja autoestima, superar el rechazo es más difícil. Por esto que hemos dicho de que se convierte en una «prueba» que confirma lo que piensa de sí misma.

Una persona con una autoestima sana se defiende de otra manera. También le duele el rechazo, pero no es tan devastador para ella.

Y lo peor, en el caso de alguien con baja autoestima, es que puede entrar en una dinámica más dañina. Se siente tan poquita cosa, que podría acabar al lado de gente que la trate así: como a alguien insignificante.

Buscando el amor y la aprobación, quizás pierda el respeto que le queda por sí misma.

Fortalece tu autoestima

Cuando aprendemos a gustarnos, a amarnos tal y como somos, el rechazo pierde su poder como «prueba».

Pasa a ser una experiencia (más o menos amarga), que podemos analizar desde una perspectiva menos contaminada. Por ende, la gestionamos mejor.

Y, de paso, reducimos el riesgo de convertirnos en un felpudo complaciente, siempre a los pies de personas que no nos tratan como merecemos.


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