¿Qué sueles hacer mientras esperas?
Esperas hay muchas, muchísimas. Unas agradables, como cuando estás esperando abordar el avión que te lleve a tu destino vacacional. Otras, menos agradables, como cuando esperas que te atienda el dentista.
Ahora, que existen multitud de aparatos interesantes, se hacen más amenas. Pero, incluso si no quieres usar aparatos, aún tienes opciones para hacerte un buen repertorio de ideas para cuando esperas en solitario.
Seguro que practicas ideas de esta lista. Pero puede que alguna no esté o que, al verla, te inspire otras mejores para ti o para la situación. Vamos con ella.
¿Qué puedes hacer mientras esperas?
- Leer una entrada como esta. Es broma. Hay muchas otras por ahí donde puedes profundizar en un tema de tu interés. ¿Qué quieres aprender hoy?
- Pasear por las redes sociales, foros u otros de tus rincones preferidos.
- Pasear por las inmediaciones (caminando). Fácil, si estás en una estación. Descartado, si estás guardando cola.
- Leer lo que te encuentres fuera de la red: novelas, periódicos, revistas, carteles.
- Jugar a lo que tengas en el móvil. A falta de móvil, resolver pasatiempos a la antigua usanza. Juega a lo que pilles.
- Aplicaciones: Haz comentarios sobre ellas. Desinstala las que no utilices. Prueba una nueva que necesites.
- Más limpieza tecnológica: calendario, lista de tareas, correo electrónico. Quita lo que no sirva.
- Devolver llamadas, e-mails u otros mensajes.
- Escuchar música. O audiolibros. O ver vídeos.
- Hacer fotos (tuyas, del panorama). Si hay un fotomatón cerca, a ver qué foto loca se te ocurre tomarte.
- Aprender el significado de una palabra nueva. O practicar otro idioma. (Es un hobby genial para los ratos de espera.)
- Concentrarte en la música que suena en el hilo musical. ¿Recuerdas lo que estabas haciendo la última vez que la escuchaste? O, simplemente, fíjate en detalles en los que antes no habías reparado.
- Cantar una canción que te guste en tu cabeza. ¿Te atreves a cambiarle la letra?
- Bailar discretamente (moviendo la cabeza, tal vez) o improvisar un ritmo con tus dedos (si no pones de los nervios a quien esté a tu lado).
- Plegar el papel que tengas en las manos, de manera creativa o hasta que no admita más dobleces. (Quién no ha hecho esto alguna vez…)
- Observar a la gente: mirar lo que hacen y escuchar cómo hablan. (Con o sin ánimo cotilla. Tú verás.) Si hay mucho público, podrías inventarte un juego, como contar los que llevan camiseta o gafas. Cuando llegues a X número, te das un premio.
- Hacer contacto ocular con alguien en la misma situación. ¿Hablarle? ¿Por qué no?
- Dormir, si el lugar es seguro. O relajarte. Respira con calma y repón energía para lo que venga después de la espera.
- Mirar la pared o un objeto intentando dejar la mente en blanco. (Puede ser difícil.) Tienes ese y un montón de ejercicios más para entrenar la concentración.
- Contemplar el paisaje. Observa cómo cae la lluvia o cómo sopla el viento, si puedes mirar al exterior.
- Acicalamiento: Arréglate las uñas u otra parte del cuerpo, si la situación lo permite.
- Hacer ejercicio físico, como ese tan discretito de tensar y destensar los glúteos. Si no te apetece, estirarte es una buena idea o, también, darte un discreto masaje en los tobillos u otra parte sufrida del cuerpo.
- Organizar el bolso, los bolsillos, la cartera, la mochila… (lo que lleves).
- Hacer una lista: la lista de la compra; la lista de lo que necesitas para las vacaciones, para la mudanza… O un plan inicial para el objetivo que tengas en mente.
- Planear acciones futuras, ya puestos: las de hoy, las de la semana o las de más allá.
- Reflexionar sobre acciones pasadas; las más acertadas y las menos acertadas, por si aprendes algo de ellas.
- Recordar una historia que hayas vivido. O pensar cómo te hubiera gustado que fuese.
- Inventarte una historia (absurda, romántica, peligrosa…) partiendo desde el escenario donde estás ahora. O, bueno, partiendo desde donde te apetezca.
- Escribir: una carta de amor, una entrada en tu diario… O grabar tu experiencia de espera en vídeo para compartirla.
- Mejorar en el arte de la paciencia. Sabemos que las cosas no ocurren siempre en el momento que preferimos o a la velocidad que quisiéramos. Pero asumirlo requiere práctica.
Me he divertido mucho recopilando los puntos de esta lista. En las esperas largas y desagradables suelo divertirme menos. Estoy como tú: aprendiendo a vivirlas un poquito mejor cada vez.
Y, por si esos momentos se te hacen cuesta arriba, te dejo las siguientes notas.
¿Cómo te tomas tú el tiempo de espera?
Es muy fácil pensar que la espera es un tiempo desperdiciado. (Yo pensaba así hace pocos años.) De ahí a sentirse tenso y furioso solo hay un paso.
Piensas en la cantidad de cosas útiles o divertidas en las que podrías estar involucrado y te da rabia de estar ahí, sin hacer nada «útil». Esa rabia se manifiesta en dolor de cabeza, tensión muscular y en la presión sanguínea, que comienza a elevarse.
Te sientes físicamente mal. ¿Es el tiempo de espera el que causa este malestar?
No, es tu reacción al mismo. Y podrías reaccionar de un modo distinto si lo quisieras, ¿o no?
Cómo esperar sin desesperar
Por si te sirve:
1. Respira profundamente. Evita que la tensión se dispare con esta técnica clásica y efectiva. Respira así varias veces y podrás pensar con más claridad qué hacer a continuación.
2. Cambia el disco. En lugar de ver la espera como una estúpida pérdida de tiempo, considérala una oportunidad.
Me explico: deja de pensar en lo que podrías estar haciendo (y no puedes) y céntrate en lo que sí puedes y quieres hacer en este momento.
¿Qué eliges? Cualquier opción de la lista de arriba está bien. 🙂
Claro, tendrás que adaptarte a lo que te permitan las circunstancias. Pero, opciones, siempre tienes unas cuantas.
3. Recuérdate que es temporal. La espera es más dura cuando estás incómodo o padeciendo algún dolor. O cuando estás acompañando a alguien en esas circunstancias.
Pero, incluso en esos casos, cuando parece que te vas a quedar esperando pa’ los restos, la espera termina.
Imagen de Emmanuel Frezzotti