Hay rechazos que molestan como una picadura de mosquito y otros, más dolorosos, en los que notas que el corazón se resquebraja.
Todos los sufrimos, pero no a todos nos duelen igual.
Porque, más allá de la experiencia que desencadena el dolor, cada uno encaja el rechazo de manera diferente.
Las personas con una autoestima sana, desde luego, tienen más recursos para manejar una experiencia dolorosa de este tipo y, también, para recuperarse antes.
De hecho, las tres propuestas que vas a leer son más fáciles de llevar a cabo cuando tienes una autoestima fuerte. Aunque, si no es el caso, también sirven para que la autoestima sufra lo menos posible en una situación de rechazo.

1) Ten expectativas razonables
«Espera lo mejor y prepárate para lo peor.»¿Conoces el dicho? Y tú, ¿qué dirías que es «lo mejor»?
Veamos un ejemplo considerando un suspenso como un rechazo: Si me he estudiado la mitad del temario de un examen, «lo mejor» es que apruebe. Pero tengo que ser consciente de que también tengo la mitad de probabilidades para suspenderlo.
Si me hubiera estudiado el temario completo, mis expectativas podrían ser más altas.
Lo que trato de decir es que hay que esperar «lo mejor» dentro del marco de las posibilidades reales.
Fantasear con un resultado maravilloso no sirve para nada cuando no he estudiado lo suficiente. Y tampoco sirven las expectativas exageradamente negativas, porque son un autosabotaje. ¡Podría haber aprobado!
Esto, llevado a cualquier situación, consiste en ser lo más positivo posible sin despegar los pies de la tierra.
¿Y cuando has puesto TODO de tu parte? ¿Qué tal, si has estudiado, si has trabajado duro, si has desbordado amor y dedicación en tu objetivo?
Aun así, hay un margen que escapa a tu control. La decisión queda en manos de otra persona (o personas). Y no es tan pesimista prever que pueda haber un rechazo. Simplemente, estás considerando una posibilidad.
Imagina que estás más que cualificado para un puesto de trabajo al que optas y, sin embargo, se lo dan a otra persona (quizás con menos méritos).
Si te cabe en la cabeza que algo así pueda suceder (por injusto que parezca), no será tan devastador para ti en caso de que ocurra. Estás preparado para «lo peor» y el rechazo no te matará.
2) Considera las posibles causas del rechazo
La mayoría de las veces el rechazo no tiene que ver contigo, sino con las prioridades, gustos o necesidades de otra persona.
Si le declaras tu amor a Menganita y ella te da calabazas, no lo hace porque seas una persona horrible, sino porque tiene otros intereses.
Casi siempre es así. El que rechaza está pendiente de SUS intereses. Por lo tanto, te equivocas si centras el rechazo en tu persona.
Otras veces, sí. Te han podido rechazar porque tu modo de pedir las cosas no ha sido el adecuado o por cualquier otro error.
En esos casos, procura separar la causa de tu persona. Lo que rechazan es tu falta de tacto, de oportunidad o de lo que fuera. En definitiva, no rechazan a tu persona, sino a esa «cosa» que falló.
Encuéntrala y, si quieres, enmiéndala.
Por mucha rabia que te dé haber cometido ese error, el rechazo duele bastante menos que si lo extiendes a toda tu persona.
3) Prepara una alternativa
Por último, cualquier rechazo duele menos cuando se tiene un Plan B. Así es que, si la situación lo permite, no dudes en esbozarlo aunque sea mínimamente.
¿Qué vas a hacer si no te contratan? No por admitir la posibilidad de que eso pueda ocurrir se es más pesimista. O, si se es, queda dentro de lo razonablemente saludable.
Lo que haces con esta actitud es protegerte, especialmente cuando con sólo pensar en la posibilidad de rechazo ya te duele.
Anticípate. Prepara el terreno y date a ti mismo las armas para afrontar pruebas como éstas, ya que todos las atravesamos.
Imagen de square eyes