¿Te gustaría vivir en un hogar perfectamente limpio y organizado?
Pues, a menos que te dediques sólo a eso o que haya alguien que lo haga por ti, acepta que, de vez en cuando, tu hogar no estará tan «perfecto» como tú deseas.
Los modelos y productos que salen en televisión nos hacen pensar que sí. Te maquillas. Te pones tus tacones. Das un par de pasadas con no-sé-qué cosa… ¡y listo!
Ya te puedes ir a disfrutar de tu tiempo libre en un hogar ideal.
Quien no ha descubierto esta filosofía es un pardillo, que todavía no ha comprado el equipo o el producto que le permitiría tal privilegio.
Ni hablar. No te sientas culpable ni un fracaso. Rebaja un poquito tus expectativas sobre la limpieza del hogar.
El perfeccionismo y la limpieza
Prescinde de la necesidad de que cada cosa esté siempre en su lugar y de que todo resplandezca con brillo cegador.
Desde luego, un ambiente limpio y ordenado es mucho más relajante que uno que parezca una leonera. Es en la exageración donde está el problema.
Primero, porque tienes muchas cosas más importantes que hacer en la vida que limpiar (a menos que te dediques a ello a tiempo completo).
Segundo porque, paradójicamente, quienes son más perfeccionistas suelen ser más desordenados y «cochinos» que las personas que tienen, digamos, estándares menos elevados en la limpieza.
¿Cómo? ¿Te resulta chocante? ¿El perfeccionismo «es malo»?
Un perfeccionista de pro no quita un papel de la mesa, cuando observa que hay un montón de trastos encima. Lo deja ahí, esperando encontrar el momento de limpiar la mesa en condiciones.
Un perfeccionista pasa una hora entera quitando las prácticamente invisibles manchas de la bañera. Lamentablemente, no le queda tanto tiempo para meterle mano a la faena de la cocina.
Un perfeccionista realiza menos mini-tareas de mantenimiento. Por ejemplo, dedicar 5 minutos a limpiar lo más gordo en una habitación. Se espera hasta tener tiempo para dejarla como los chorros.
Lo que es muy capaz de hacer es saltarse a la torera sus prioridades (las tareas más importantes) por entretenerse en una limpieza que podría haber resuelto en la mitad de tiempo.
¿Cómo se siente esta criatura? Estresada. Ésa es la tercera razón para evitar el perfeccionismo en la limpieza.
Y el estrés empeora cuando llegan los niños o la mascota. Unos minutillos bastan para que el hogar pierda su resplandor y que al perfeccionista le entren los siete males.
Te lo cuento, porque lo he vivido. ¿Orden y limpieza? Desde luego. Pero con margen para tolerar las pequeñas imperfecciones cotidianas, ¿no?