Cada uno de nosotros es más optimista de lo que parece. Lo somos por naturaleza, como nos explicaba Martin Seligman, y vamos cambiando según aprendemos a interpretar la realidad.
Incluso si llegamos a ser muy pesimistas, pueden sobrevivir ciertos prejuicios ligados al optimismo. Prejuicios que unas veces nos favorecen y otras pueden ser tan peligrosos como para costarnos la vida.
Uno de esos prejuicios peligrosos está ligado a la toma de decisiones. Ejemplos:
- seguimos fumando porque pensamos que no nos vamos a enfermar;
- no contratamos una póliza de seguro, porque pensamos que no nos ocurrirá ningún accidente;
- practicamos algún deporte de riesgo pensando en que saldremos ilesos;
- etc.
Más ejemplos en el post: «Cuando el optimismo apesta.»
Nuestro cerebro nos ayuda a ver el «lado brillante», porque todo lo contrario supondría vivir paralizados por el miedo.
También ese prejuicio optimista puede influir en que emprendamos proyectos, en que le declaremos nuestro amor a alguien o en que compremos un boleto de lotería. ¡Ahí nos conviene!
Habremos de estar prevenidos.
De esto nos habla la científica Tali Sharot, pero no nos deja con el sabor agridulce de saber que, por culpa del optimismo, metemos la pata más de una vez.
También nos habla de otra jugada interesante de nuestro cerebro a la que podemos sacarle mucho partido: la anticipación.
La anticipación explica algo tan común como que la mayoría prefiramos el viernes al domingo.
Es curioso. El viernes aún hay que trabajar y el domingo se supone que es tiempo libre, pero el trabajoso lunes está demasiado cerca…
La respuesta la tiene el optimismo. Sólo imaginarnos el fin de semana nos hace sentir bien.
Y la cosa es que a este vestigio optimista se le puede sacar mucho partido a la hora de motivarnos.
Por ejemplo, imagínate lo bien que puedes sentirte justo cuando te imaginas terminando eso que acabas de empezar. ¿No te dan más ganas de seguir adelante?
Ha estado interesante compartir uno de los mayores inconvenientes al lado de una de las ventajas del optimismo. Así abrimos los ojos para darnos cuenta de cuándo nos influyen estas creencias y aprendemos a usarlas a nuestro favor.
Imagen de Stuck in Customs