¿Recuerdas aquella vez que metiste la pata en público y tu error desató las carcajadas de los presentes?
Desde luego que te acuerdas. El asunto quedó atrás y casi-casi no te afecta. Aunque, cuando regresa a tu mente de tanto en tanto, tú le dices: ¡Fuera, fuera de aquí!
Una cosa es que hayas dejado atrás ese momento embarazoso y otra, que te apetezca recordarlo. Ay… Pero puede ser que no te quede más remedio.
Hay ocasiones en las que algo te lo recuerda. Algo o alguien. Como fue un momento divertido, tal vez a uno de los presentes le dé por mencionarlo en una reunión, sin pensar que a ti no te hace ninguna gracia que lo haga.
Los asistentes no saben que a ti te incomoda pensar en la escenita. Ellos sólo recuerdan la gracia que tuvo el incidente.
Puede ser que, con el tiempo, a ti te pase lo mismo. Dentro de unos años más, un testigo de tu momento estelar lo sacará a colación y no te sentirás incómodo. Es más, puede que con el tiempo quede tan atrás que nadie (ni tú mismo) se acuerde de aquel día.
La cosa es que a ti te gustaría que eso ocurriera antes. Sabes que el tiempo hará su parte. Pero quisieras que no se demorase media vida en diluir esa metedura de pata.
¿Qué puedes hacer para que te cunda más superar el incidente?
Quizás, con estas medidas aceleres el proceso.
1. Acepta tu error. Nadie tuvo la culpa. No hubo ninguna conspiración en tu contra. Te equivocaste porque sí; porque los humanos hacemos y decimos tonterías de vez en cuando: tú, yo y todos los demás. Haz las paces con esa realidad.
2. Cierra el tema. En su momento, te disculpaste o arreglaste lo que hubo que arreglar. No quedan cabos sueltos. O, si los hay, tal vez sean éstos los que te están persiguiendo, más que el error en sí.
Reflexiona sobre el asunto una última vez, para darlo por concluido. O para identificar el cabo suelto.
3. Ten presente que a ti te importa más que al resto. Para los demás, ese error que cometiste en público no tiene importancia. Fue una anécdota divertida y punto.
No te van a juzgar y a condenar por eso. Caramba… Ni que los hubieras traumatizado…
4. ¿Y si alguien sí te juzga? Pasa de él/ella. Tú fuiste quien cometió el error y quien se hizo cargo del mismo. Arreglaste la situación como pudiste y hasta ahí llega tu misión.
Si el asunto está zanjado, la opinión que te importa es la tuya. Lo que pueda pensar otro (bueno o malo) no está en tu mano. Que piense o recuerde lo que quiera, como guste.
5. Míralo desde fuera. Imagínalo como si, en lugar de ser el protagonista de la metedura de pata, hubieras sido uno de los testigos. ¿Te hubieras reído en ese momento? Puede que sí, porque fue un momento simpático.
¿Odiarías o juzgarías severamente a la otra persona por hacer lo que tu hiciste? ¿La recordarías como un desastre con patas?
No, probablemente no. Como los demás han hecho, te quedarías con la anécdota y nada más. Verías sólo la parte divertida y reirías al recordarlo.
Quizás no falte tanto para eso. 😉
Imagen de Jeff the Trojan