¿Cuántas veces te habrá pasado? Si tienes unos añitos, habrás perdido la cuenta de las veces en las que has vivido esta experiencia: te resistes a la novedad, la pruebas… ¡y te gusta! O, de plano, terminas entusiasmado por ella.
¿No decías que preferías lo malo conocido a lo bueno por conocer?
Vale. Dejo de señalarte. Soy yo la que se ha llevado la lección de nuevo y heme aquí para cotillear sobre el asunto.
¿Novedades? No, gracias
A veces nos enamoramos tanto de nuestras rutinas, lugares o elementos que nos acompañan a diario, que somos reticentes a cambiarlos, así sea en grado mínimo.
¿Para qué cambiar lo que nos gusta? Si está bien así, parece tonto experimentar con lo nuevo. Suena sensato, ¿verdad? Yo, que soy constante con lo mío hasta llegar a lo cabezón, suelo adoptar esta postura.
Pero llega el día en el que la novedad te asalta y ya no puedes aferrarte a tus viejas costumbres.
La realidad te “obliga” a probar lo nuevo
Sí, como cuando la informática llegó a nuestras vidas.
En esos días, abandonamos la máquina de escribir por el voluminoso engendro tecnológico que era entonces el ordenador. Y, a pesar de que no era un chisme tan accesible como los ordenadores de ahora, nos aligeró la faena:
- Ya no había que hacer copias de las facturas con papel carbón. La impresora se encargaba de eso (cuando le daba la gana).
- No había que empezar desde cero a redactar la carta donde habías puesto el párrafo que no era.
- No había que hacer carteles a mano con los horarios de oficina. El WordPerfect te salvaba de engorros como ese y otros tantos.
Yo, que trabajaba en una oficina de las de antaño y que estaba encantada con la máquina de escribir y el papel carbón, viví todas esas transformaciones. Y lo que habría de venir hasta llegar a los tiempos del TikTok.
Desde hace un par de décadas, los cambios son continuos. Aparatos y procedimientos cambian a tal velocidad, que no dan tiempo a habituarse a nada. No obstante, uno le encuentra el gusto a trabajar de un modo y quiere quedarse ahí. ¿Por qué?
Porque cuesta trabajo seguir el ritmo. Cuesta trabajo estar aprendiendo continuamente nuevas maneras de hacer lo de siempre, a pesar de que esta sea una exigencia de los tiempos que corren.
El aprendizaje no termina nunca
Quién nos ha visto a la Generación X o a los Boomers… y quién nos ve ahora. El avance de la tecnología nos ha obligado a aprender a toda mecha.
- De escuchar música en cassettes, a descargarnos el Spotify.
- De mandarnos “recuerdos” por carta, a mensajearnos por WhatsApp.
- De escribir un diario en una libretilla corriente, a publicar en WordPress.
Y de eso último viene mi comentario de hoy… Resulta que hace tiempo cambiaron el editor clásico para redactar en WordPress y pusieron uno nuevo, con unos bloques del demonio, que yo no quería probar. Me resistía, porque me había costado aprender a manejar el escritorio clásico y no quería más novedades.
Pero hoy probé. Sí. Y tengo que decírtelo: ¡qué tonta he sido por no haberlo probado antes! Facilita un montón el trabajo, ¡caray! ¡Me encanta!
Aquí te lo dejo para que tú también lo recuerdes, por si te resistes a la novedad que te toque.
Si eres mayorcito, recuerda con cuántos cambios nos hemos enfrentado. Es para que ya no le tengamos miedo a ninguna innovación, porque son nuestro pan de cada día. ¿Para qué resistirnos?
Venga. Que nos echen la siguiente novedad. Encontraremos el modo de disfrutarla.