Qué maravillosos son los teléfonos de hoy en día. Atrás quedaron los tiempos en los que se usaban sólo para hacer llamadas o enviar SMS.
En esos tiempos, yo vivía contenta con el teléfono fijo, porque no me apetecía estar disponible a todas horas. Pero eso cambió cuando descubrí que el teléfono móvil podía ser un aliado para la productividad.
Gracias al teléfono, cuando tienes conexión a internet resuelves dudas rápidamente y en cualquier lugar; no hay factura o cita que se te olvide, porque tú teléfono está contigo para avisarte.
Además, las esperas se te hacen amenas, porque puedes jugar, escuchar música, ver vídeos o leer mientras tanto…
Y tú, si usas un smartphone, podrás enumerar más puntos a su favor. Éste es un artefacto lleno de ventajas, aunque también tiene conocidos inconvenientes.
Inconvenientes de cargar con el móvil
• Interrumpe. Se cuela en reuniones o tareas y en un sinfín de placeres, como si fuera lo más importante. Y casi nunca lo es tanto como para no poder esperar unos minutos.
¿Qué hacemos? Apagarlo o silenciarlo para que no nos arruine el momento.
• Nos seduce. Quiere que le hagamos caso incluso cuando es lo menos recomendable (yendo al volante, a patita o manejando maquinaria peligrosa).
¿Qué hacemos? Guardarlo lejos de nuestro alcance, hasta que terminamos la misión delicada.
• Nos quita tiempo libre. Ya que desconectamos del trabajo y estamos a otra historia, suena el teléfono o llega un e-mail pidiendo un poquito más de esfuerzo.
¿Qué hacemos? Ponernos la regla de no responder los asuntos del trabajo fuera de las horas de trabajo. Si no, estamos perdidos.
• Añade trabajo. Muy relacionado con lo anterior. Porque, aunque no contestes el mensaje o el e-mail, lo has leído. Y, cuando vuelvas al trabajo, lo leerás otra vez.
Hacer la misma cosa dos veces no es muy productivo. Deja lo de “dos”. Van a ser más de dos e-mails los que leas en tu casa y te toque volver a leerlos más tarde.
El «din don» de la inoportunidad
Los inconvenientes mencionados son evidentes. Todos sabemos que, si no tomamos medidas, perjudican la productividad… y más cosas.
De todos ellos, quiero resaltar uno que parece una nimiedad: las notificaciones que irrumpen cuando estás concentrado en una tarea. ¿Cómo las manejas?
Parece un inconveniente menor, ya que puedes dejar que suene la alerta (tenuemente, si acaso) y atender más tarde el mensaje, una vez que has terminado el trabajo.
Pero no lo es. Un estudio reciente nos avisa de que, cuando suena una notificación, la concentración se rompe.
¿Resultado? Has de retomar el hilo de lo que estabas haciendo. Probablemente tardes un poco más en terminar la tarea y, seguramente, se te hará más pesada por el pequeño esfuerzo extra.
Pequeño… o no tan pequeño, si es que te suenan varias notificaciones más de aquí a que acabes.
Oh, sí. Yo también he pasado por eso. Se trabaja mucho mejor cuando silencias el teléfono (o todo lo que pueda sonar) mientras estás metido en la tarea.
¿Cómo lo llevas tú?