En palabras sencillas, la eficacia consiste en terminar una tarea y que quede bien hecha. Algo que es digno de valorarse, por supuesto.
Sin embargo, el logro nos dará una mayor satisfacción cuanto menos tiempo, dinero y esfuerzo empleemos en conseguirlo. Eso es eficiencia.
Se me ocurre una anécdota al respecto…
Hace bastante tiempo mis padres le encargaron a un carpintero que hiciera un mueble para mi dormitorio, ya que me lo querían regalar por mi cumpleaños.
Pues bien, el carpintero dijo que tenía el tiempo suficiente para terminarlo antes de ese día, elaboró un presupuesto y se puso manos a la obra.
El carpintero fue muy eficaz, pero nada eficiente.
Entregó el mueble semanas después de mi cumpleaños y cobró más de lo acordado, porque se entretuvo con adornos que nadie le pidió (más materiales y más esfuerzo del necesario).
En definitiva, calculó mal el tiempo, el dinero y el esfuerzo que le supondría antes de comprometerse.
Los conceptos de eficacia y eficiencia se definen de forma muy clara en el terreno profesional, pero lo cierto es que están presentes en la mayoría de los aspectos de nuestra vida.
Porque terminar bien una tarea (ser eficaz) sabe mejor si hemos empleado la menor cantidad de tiempo, dinero y esfuerzo para concluirla (ser eficiente).
Por lo tanto, lo ideal es combinar eficacia y eficiencia; esforzarse en saber hacer algo tanto como en saber cómo hacerlo de la manera más eficiente. ¿Estás de acuerdo?