Una de las causas principales del estrés es la autoexigencia exagerada; ir acumulando obligaciones, responsabilidades, tareas hasta sentir que nos desbordan.
Entonces comenzamos a sentir unos incómodos síntomas con los que nuestro cuerpo nos avisa de que hay algo que no funciona.
Paradójicamente, ese empeño por absorber todo tipo de asuntos y querer hacerlos bien desemboca en una queja de nuestro organismo.
- Responder a las demandas laborales
- Atender a la familia
- Cuidar de las amistades
- Mantener la línea
- Ceñirse a un presupuesto muy limitante
- Imprevistos que se anteponen a todo lo demás
- Etc.
¿Cómo hacerle frente a todo?
Hemos hablado de la importancia de simplificar y de priorizar tareas y también hemos recomendado una serie de hábitos para aumentar la resistencia al estrés.
Sin embargo, subyace una duda: ¿cómo incorporar más hábitos (como, por ejemplo, el ejercicio físico diario) cuando estamos limitados por el tiempo que consumen otras obligaciones?
Ante todo, hemos de escuchar a nuestro cuerpo. Si él nos hace saber que nuestro ritmo no es acertado, hemos de modificarlo, por una simple cuestión de salud. Lo primero es lo primero.
Tengamos en cuenta que una autoexigencia sana nos ayuda a alcanzar nuestros objetivos.
En cambio, una autoexigencia exagerada conoce otro nombre: perfeccionismo. Y éste, llevado al extremo, daña nuestra autoestima y nos imbuye en una espiral de estrés crónico de la que es preciso salir.
Tomarse el tiempo necesario para cuidar de uno mismo beneficia a todas las parcelas de nuestra vida.
- No tengas miedo a cometer errores
- El mundo no se hunde si dejas algo a medias
- No todo lo que ocurre tiene que estar bajo tu control
- Decir que no es sano a veces
- Tomarse un descanso no es perder el tiempo
Plantémosle un “No” rotundo a la exigencia sin medida. ¡No al estrés descontrolado!
La palabra “No” también puede ser «positiva» y saludable. En este caso, ¿no te parece que lo es?
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6 respuestas a «Al límite de la autoexigencia»