Esta entrada sobre evitar preocupaciones fue una de las primeras que publiqué. Y no fue casualidad. El tema me “preocupaba” bastante.
Las preocupaciones siempre me han salido caras, como un vicio del que cuesta desengancharse.
Si a ti también te están saliendo caras las preocupaciones y quieres recortar unas cuantas, aquí tienes ideas prácticas para hacerlo.
Partamos de que NO queremos quitar TODAS las preocupaciones. ¿De acuerdo?
Todas las preocupaciones no son iguales
Sería absurdo meter todas las preocupaciones en el mismo costal. Hay asuntos importantes en los que la preocupación inicial es la llamada de atención para ocuparte de ellos.
La preocupación, en sí misma, ni resuelve un problema ni te protege contra lo que temes. Pero, como germen de la acción, tiene su lado útil.
Como me preocupa que me despidan del trabajo, por ejemplo, voy a reservar un espacio para pensar en ello detenidamente, apuntar soluciones, armar un plan y ejecutar aquello que decida ejecutar.
Y, así, con cualquier otro asunto trascendente.
Sin embargo, en el costal de preocupaciones se reúnen a menudo otras, que son menos importantes o incluso insulsas.
- Preocupaciones sobre problemas de otros (de los cuales se están ocupando ellos mismos).
- Preocupaciones por hechos que probablemente nunca ocurran.
- Esas preocupaciones sobre lo que no tienes ninguna posibilidad de actuar: Los científicos predicen una glaciación para los próximos años. ¡Ay, no!
- Preocupaciones por asuntos de poca monta: Me ha mirado mal, ¿será que se ha enfadado conmigo?
Total, que una buena parte de las preocupaciones están de más. Y esas son las que sería bueno evitar.
¿Por qué?
Porque gastas tiempo y salud
Te estresas, te asustas o te malhumoras sin que todo eso tenga un desenlace productivo, como pudiera tenerlo al preocuparte por cuestiones importantes donde sí cuentas con margen de acción.
Cierto es que hay personas más propensas a preocuparse que otras, bien porque lo hayan aprendido o bien porque su tendencia a ansiedad sea de origen genético. (Estudio)
Pero incluso en el segundo caso, en el que hasta los propios genes están en tu contra, puedes practicar respuestas distintas.
Puedes parar en seco cualquier preocupación vana, elegir no darle vueltas y ponerte a silbar una melodía, por ejemplo.
Cuando, cada vez que te pillas a ti mismo preocupándote por tonterías, realizas un ejercicio así consistentemente, cada vez te resultará más fácil salirte del embrollo mental.
En el ejercicio físico se ve muy claro: ejercitas un músculo y se hace más fuerte. ¿Por qué va a ser distinto si hablamos de “fortaleza mental” ante las preocupaciones innecesarias?
Poniéndonos en lo peor, imaginemos que aunque practiques no llegas a lograr una gran soltura y que hay preocupaciones que te agobian sin que puedas evitarlo.
Vale. Pero, gracias a la práctica te has ahorrado la ansiedad de otras tantas preocupaciones menores. Eso que has ganado en bienestar. Y más que puedes ganar si sigues practicando.
¿Qué prácticas funcionan para evitar preocupaciones?
Las he agrupado en tres bloques.
Van a parecerte muy sencillitas. Lo son. Pero, como tengas el hábito de preocuparte mucho, olvídate de que te salgan siempre bien de primeras.
Necesitas (y yo, también) practicar y practicar.
1. Distingue las preocupaciones productivas de las improductivas.
Un ejercicio muy efectivo para esto es la escritura. Al escribir necesitas ordenar tus ideas y aclararlas para que salgan fuera.
¿Conoces ese ejercicio de poner todas tus preocupaciones por escrito? Hablo de él aquí.
No es un requisito indispensable que hagas un ejercicio de este tipo. Pero, si lo pongo en primer lugar, es porque ayuda mucho.
Una vez que has hecho tu lista de preocupaciones es más sencillo separarlas en dos listas distintas:
- Preocupaciones sobre las que puedes hacer algo al respecto.
- Y asuntos sobre los que no tienes ningún control. Este es el conjunto de preocupaciones a evitar.
Pero la cosa no funciona mecánicamente, como tú también habrás comprobado. Necesitamos seguir practicando. Si no con esta, con propuestas como las que siguen.
2. Decide preocuparte menos.
Hay asuntos importantes y asuntos que no son tan importantes. Y estos los decide cada persona.
Aquí tienes una entrada con ejemplos sobre lo que, para mí, son asuntos poco importantes: La decisión de dejar de dar importancia a cosas que no la tienen.
Cuando tomas conciencia de que hay asuntos que no merecen que les dediques tanto tiempo y energía, es más sencillo dejar de invertir ahí para poner el acento en lo que SÍ te importa.
Y en esta otra entrada tienes un recordatorio útil: 5 Razones por las que deberías preocuparte menos.
Incluye lo que te sabes: que la vida es breve, que no todo lo que piensas justo como lo piensas… Esas enseñanzas que te ayudan a separar el grano de la paja y a descansar de muchas preocupaciones.
3. Acude a técnicas que te ayuden cuando las preocupaciones arrecien.
Una vez que te quedas con los asuntos importantes, en los que vale la pena pensar para decidir qué hacer al respecto, procede que te hagas con un repertorio de recursos para cuando las preocupaciones se salen de su órbita.
¿Qué recursos? Aquí tienes otro conjunto de ideas prácticas para dejar de agobiarte. Usa las que vayan mejor para ti: 10 Técnicas contra la preocupación excesiva.
Entre ellas están: que cuides de ti mismo, que aprendas a relajarte. Y una que cierra la lista y con la que también me gustaría cerrar esta entrada: ACTÚA.
Contra la preocupación: ACCIÓN
En los asuntos que te importan y sobre los que tienes control (que son esos que merecen tu preocupación), dale prioridad a la acción.
Planea lo que puedes hacer al respecto y ponte manos a la obra en cuanto tengas la oportunidad. Para mí, esta es la mejor manera de cortar con las preocupaciones.
Ojalá que algo de esto te sea útil.
Conclusiones
- Hay preocupaciones útiles, ya que llaman la atención sobre lo importante y te impulsan a actuar para resolver el problema.
- Hay preocupaciones vacías, improductivas. La intención de evitar preocupaciones va a recaer sobre estas.
- Y hay preocupaciones que, aunque giren sobre asuntos útiles, se salen de órbita, consumiendo un tiempo excesivo y menoscabando la salud. Estas hay que moderarlas.
- La acción tranquiliza. Cuando te sea posible, deja de preocuparte por el problema; ocúpate de él.
Comentarios
3 respuestas a «Cómo evitar preocupaciones»