Vamos a repasar ideas básicas sobre cómo nos las arreglamos para cumplir con los buenos propósitos, que nacen con cada año que empieza.
Todos nos hacemos buenos propósitos alguna vez: hacer más ejercicio, adelgazar, estudiar más, dejar de fumar, practicar ese hobby que tenemos aparcado, etc.
Estas intenciones de cambio, en muchos casos, suelen coincidir con el inicio de un nuevo año, con la vuelta de las vacaciones o, quizás, cuando se apagan las velas de la tarta y vamos a comenzar una nueva etapa.
Sí, a veces se consiguen los objetivos, pero en otras ocasiones se falla, lo que produce desilusión. ¿Por qué es frecuente que se falle?
Aquí tienes las posibles causas.
Errores que nos impiden cumplir con los buenos propósitos

1. Falta una verdadera motivación.
No basta plantearse un objetivo porque conseguirlo sea «bueno».
Por ejemplo, trabajar con más ahínco es lógico que traiga buenos frutos, pero esto es general. La motivación no debe partir de que algo sea bueno «en general», sino de que tengamos el pleno convencimiento de que a nosotros en concreto nos va a beneficiar.
¿Cómo? ¿En qué mejorará nuestra vida?
2. Demasiados objetivos y muy generales.
La consecución de un objetivo casi siempre requiere esfuerzo. Por eso no debemos hacer una lista que sobrepase nuestras capacidades actuales.
Tampoco podemos ser muy generales. Por ejemplo, si decidimos «adelgazar», pensemos… ¿cómo?, ¿cuánto?, ¿trescientos gramos, doce kilos?
3. Falta de planificación.
Relacionado con lo anterior. Hay que evaluar la estrategia a seguir para conseguir cada objetivo, los pasos.
3. Falta de perseverancia.
Ya sabes, «a quien algo quiere, algo le cuesta». Decir que vamos a hacer algo es más fácil que hacerlo.
Cómo evitar los errores que nos llevan a abandonar los buenos propósitos

Hasta aquí, los errores. Ahora pasemos a las recomendaciones para conseguir nuestro buen propósito:
1. Analizar.
Consiste en determinar si tenemos la motivación y la capacidad necesarias para cumplir con lo propuesto y, a grandes rasgos, ver si es factible conseguir el objetivo.
2. Concretar.
Es mejor centrarse en menos objetivos que en una gran lista. Vamos a determinar hacia dónde destinaremos nuestro esfuerzo.
3. La constancia.
Casi lo más difícil. Por eso es necesario que exista una verdadera motivación, porque habremos de mantener un esfuerzo constante; cumplir el plan, ir paso a paso…
Saber que cada vez estamos más cerca de lo que nos hemos propuesto.
4. Escribirlo.
Es de gran ayuda para objetivos a largo plazo. Nos servirá para monitorizar nuestro progreso y mantenernos motivados.
5. Decírselo a alguien.
Eso compromete y también nos puede empujar para seguir adelante.
Aunque también hay quien recomienda mantener los objetivos en secreto, por lo que pueda pasar. Que cada cual valore su situación.
6. Recordatorios.
Tanto si escribes tu progreso como si no lo haces, reservar algún momento para reflexionar cómo nos estamos encaminando al logro es necesario. Llamémoslo «auto-evaluación«.
Y, si a pesar de todo, fallamos, no hay que tirar la toalla.
Hay objetivos que no se consiguen a la primera, pero a fuerza de intentarlo… ¿quién dice que no podamos lograrlo? Fallar no es lo mismo que fracasar.
Piensa en qué ha podido fallar esta vez y vuelve a la carga. Merece la pena y no hace falta esperar a que llegue un nuevo año.
Estamos a tiempo de hacer de este año, un buen año. (Y no importa que leas esto en agosto.) 😉