Hablamos de esos días ocupadísimos en los que se dispara tu productividad y eres la eficiencia personificada. Haberlos, haylos.
Por ejemplo, fijémonos en las fechas navideñas, tan estresantes para muchas personas.
Imaginémonos a alguien que, además de cumplir con sus obligaciones habituales, tenga previstos eventos y citas tales como: compras de regalos, cenas de empresa y el doble de compromisos familiares que en todo un año.
El enigma al descubierto
¿Cómo se las arregla para hacerlo todo?
La respuesta es una: Limitando el tiempo que pasa haciendo cada cosa. Quizás haya otros factores a favor, pero el más importante es ése.
Es decir, esta persona se compromete (o se presiona a sí misma) con un plan que podría ser parecido a éste:
A las 2:30 salgo del trabajo.
30 minutos para comer.
Voy a comprar regalos hasta las 5, que es mi hora en la peluquería.
Vuelvo a los regalos, hasta las 7.
Envío las tarjetas navideñas online.
A las 8 me arreglo para la cena-homenaje del jefe, que es a las 9 de la noche.
Cansa sólo pensarlo. Pero él/ella no piensa en el cansancio. Sólo va atendiendo con diligencia una tarea tras otra.
Elimina las posibles distracciones que no tienen nada que ver con lo que hace en cada momento. Y, al final, hace más cosas (bien hechas) en menos tiempo que cualquier otro día.
Menos mal que sólo va estar sobrecargada de actividades durante unos días. Porque ese ritmo, tarde o temprano, nos agota a todos.
La vida simple
¿Por qué tiene que saturarse de actividades? ¿No más saludable que haga menos cosas, más tranquilamente?
Yo soy partidaria de este enfoque, incluso en fechas especiales. Pero, que conste, no es mejor que el anterior.
Simplificar en exceso también tiene sus inconvenientes. Y el mayor de ellos es que las pocas cosas en las que eliges enfocarte hoy pueden llevarte el día entero.
Me refiero a esos días en los que dices: “Voy a pintar esta habitación.” Y estás el día entero, ¡enterito!, pintando una habitación pequeña como una caja de cerillas.
Otras veces la pintaste y acabaste en medio día. ¿Cómo puede ser que hoy tardes el doble? ¿Es porque te has hecho mayor? ¡No! La principal razón es que no pusiste un límite de tiempo para terminar la tarea.
Conclusión: Mantén tu agenda despoblada, cargada o recargada de actividades, como prefieras o necesites. Pero acostúmbrate a fijar una hora para empezar y acabar cada cosa. Ten presente a Parkinson.
Y, aunque hable en segunda persona, esta recomendación me la hago principalmente a mí misma. 😉
Imagen de Pewari
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