La frase: Vísteme despacio que tengo prisa nos recuerda la conveniencia de movernos tranquilamente, conscientes de lo que estamos haciendo, en lugar de optar por correr.
Con frecuencia, de las prisas nacen despistes, errores fatales, estrés y una ansiedad galopante.
Cuando vas con prisa, dejas las llaves del coche quién sabe dónde, escoges a la ligera, respondes a una pregunta sin reparar en las palabras que has dicho, etc.
Son pequeñas acciones donde, por no prestar atención, se hacen más probables los errores.
Vísteme despacio, que tengo prisa
Tu mente ya está en otra cosa cuando no has terminado esta. Mientras tu cuerpo deja las llaves del coche sobre la mesa, estás pensando en qué vas a preparar para comer.
Y, a la mañana siguiente, te encuentras con las consecuencias del lapsus: “¿Dónde demonios he puesto las llaves?“
Ese es el resultado de intentar moverse tan deprisa. Y, por supuesto, muchos de estos problemas pueden evitarse de una manera sencilla: levantando el pie del acelerador.
Pequeños cambios pueden hacer la diferencia.
Desacelera para prestar atención
El exceso de velocidad no se queda en el despiste de las llaves. Hoy pierdes más cosas con las prisas.
Además…
- Te chocas con postes que no ves, por mirar el teléfono antes de que se autodestruya el mensaje.
- Te saltas un paso importante del proceso… ¡Hala! Vuelta a empezar.
- Sumas errores tontos por docenas.
Correr, de por sí, produce estrés. A este hay que sumarle el drama de las inconveniencias que atraviesas durante un día cualquiera (despistes, golpes, errores).
Dado el panorama, si te parece, vamos a apuntar ideas para “vestirnos despacio”, prestando más atención a lo que hacemos en cada momento. ¿Te parece?
(1) Haz una sola cosa
Hay determinadas actividades que se pueden combinar con buen resultado (por ejemplo, hacer ejercicio y escuchar música). Pero muchas otras, no.
Cuando haces varias cosas a la vez, has de alternar tu atención entre unas y otras, con lo que el cansancio y la probabilidad de cometer errores se multiplican.
(2) Corta con las distracciones
Por un lado están las distracciones del entorno.
Muchas de ellas las puedes evitar. Por ejemplo: la televisión, el teléfono, las interrupciones de la gente que pasaba por allí (avísales de que estás trabajando o vete tú a otra parte), etc.
Las que puedas, evítalas. Imponte sobre las distracciones, si te adentras en una actividad que requiera de tu concentración.
Por otro, está tu mente haciendo de las suyas.
Ya salta a lo que ocurrió la semana pasada o viaja hasta el futuro. Cuando la pesques distrayéndose, tira de las riendas para que se fije en lo que está ocurriendo ahora.
(3) Haz tus propias reglas
Reglas que te sirvan para estar en lo que estás. Las que sean funcionales y realistas en tu caso. Ejemplos:
- No poner la taza de café en la mesa junto al ordenador, si eres dado a los percances de derramar líquidos.
- No leer por la calle. Menos aún, subiendo o bajando escaleras.
- Nunca mantener una conversación mientras envías un e-mail. (Quién sabe qué mandarás y a dónde.)
- Elaborar una rutina de «chequeo» para antes de salir de casa. «¿Lo llevo todo?»
Algunas ideas parecen broma. Pero solo lo parecen. Seguro que has presenciado incidentes como los que sugieren los ejemplos (o peores) nacidos de las prisas. 😉
Pues, eso. Ten tus propias reglas y practícalas.
(4) Haz un repaso de lo que acabas
Es decir, en lugar de terminar con una actividad y ponerte acto seguido con la siguiente, date unos instantes para revisar lo que has hecho. Pon el punto final.
Ejemplos: Al terminar de hacer la compra, al salir de casa de tu amigo, al cumplir con un encargo… A ver, ¿está todo bien?
Esas pequeñas costumbres son fáciles de explicar y de entender. Es más complicado llevarlas a la práctica, porque muchos nos hemos acostumbrado a movernos deprisa.
Durante el día intentamos hacer lo máximo posible. Y eso nos hace creer que trabajamos duro y somos muy productivos. Sin embargo, es solo eso: una ilusión.
En realidad, cuando nos “vestimos despacio” hacemos más cosas, porque no tenemos que volver atrás a corregir despistes. Lo que terminamos se queda hecho.
Además, qué rayos, se saborea mejor la vida yendo despacio. ¿Para qué tanto correr? ¿Qué sentido tiene?
A aplicar el refrán: Vísteme despacio… que tengo prisa. 😀
Gracias por leer.
Imagen de shenamt. Publicado: 20/5/ 2014. Actualizado: 28/6/2018.