Si eres de los que piensan que la vida es un asco, que apesta y odias en qué se ha convertido la tuya, perfecto. Es tu opinión. ¿Quién puede discutirla?
Pero parte de lo que te hace infeliz puede que esté ahí porque tú quieres que esté. Si te atrevieras a quitarlo, lo mismo cambiaría tu percepción de las cosas.
¿Y qué es lo que podrías quitar? Veamos, por si es el caso, esas cuatro causas de desdicha que dice el título…
1. La necesidad de cumplir con las expectativas de otros
Cuando te esclavizas para cumplir con unos y con otros, no es que tu vida apeste, es que ya no es tuya.
Cuando eras pequeño necesitabas la guía de los mayores. Es como quien aprende a montar en bici y tiene dos ruedas pequeñas auxiliares que le ayudan por un tiempo.
Pero de adulto tú tomas tus propias decisiones (o debería ser así).
Eres tú quien decide cómo vestirse, qué música escuchar, dónde ir el fin de semana o a quién votar en las próximas elecciones.
En fin, pequeñas y grandes decisiones, afortunadas o equivocadas, pero hechas por ti para dirigir tu vida en el sentido que tú quieres.
Es cuando tomas tus decisiones siempre en función de las expectativas o deseos de los demás cuando no estás viviendo tu vida, sino la que quieren otros.
2. La mala opinión que tienes de ti mismo
Quizás has hecho (o dejado de hacer) en el pasado un montón de cosas que te han llevado a la conclusión de que eres un mediocre, un fracasado.
No solo fracasado. Añadamos más perlas: también te ves feo y raro. (Es un ejemplo.)
En base a esa opinión nefasta, miras hacia el futuro y te ves peor todavía. Como si te echaras una maldición a ti mismo.
Lo que estás haciendo es limitarte, etiquetarte y anclarte en el pasado.
¿Por qué tiene el futuro que ser una réplica de lo que has vivido?
¿Acaso no tienes en tus manos la posibilidad de reinventarte y de evolucionar cada día en la dirección que tú elijas?
Sí, la tienes.
3. La rigidez
La determinación es buena para conseguir lo que quieres. La rigidez, no.
¿Y cuándo sabes que es rigidez?
- Cuando te obligas hasta el martirio a seguir con los objetivos que te has propuesto, aunque ya no te interesen, y no te das la posibilidad de elegir otras opciones.
- Cuando eres un perfeccionista, que se excede hasta minar su salud en pro de la utópica perfección.
- Cuando entiendes la vida en términos de «todo o nada», «blanco o negro«.
- Cuando te resistes a las nuevas ideas, a la crítica, al cambio… Valgan los ejemplos.
Es cierto que es muy difícil cambiar de esquemas de la noche a la mañana. Pero sí puedes ser algo más flexible cada día, en las pequeñas cosas, para que veas qué actitud te compensa más.
4. La apatía
La apatía mantenida supone resignarse a vivir como un autómata, encadenando cada día con el anterior. Sin sentido, sin metas, sin estar seguro de lo que quieres o sin saberlo en absoluto…
En esa situación, solo tú puedes despertar. Podrías buscar un nuevo objetivo por el que levantarte cada mañana (aunque sea provisional). Y, si no lo logras, podrías pedir ayuda, que también está en tu mano.
Nos hemos quedado sólo con 4 causas de desdicha. Las suficientes para ver que, a veces, esa desdicha la provocas tú.
Bueno, tú… y yo. Porque yo también tuve una fase en la que pensaba que la vida era un asco.
¿Y sabes qué es lo bueno de eso? Que ya no pienso lo mismo. Y quizás tú tampoco lo hagas dentro de un tiempo.
La vida seguirá con sus complicaciones. Algunas, durísimas, pero está en nuestra mano el soltar algunas piedras con las que no tenemos porqué cargar.
Imagen de kelsey_lovefusionphoto
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