Necesitas la aprobación de los demás, como necesitas la comida, como necesitas el mismo aire.
No te engañes: dependes de que otros te den el visto bueno para sobrevivir. Dependes tú y dependo yo. ¿La suerte? Que no dependemos de que TODOS nos den el visto bueno.
La necesidad de aprobación
Dependemos de que alguien nos considere valiosos o adecuados para eso que queremos hacer. Siempre fue así.
La necesidad de aprobación no es total. No necesitamos que todas las personas nos quieran. Pero sí necesitamos que nos quieran las que cuentan en ese momento.
En la amistad, en el amor, en el trabajo…
Desde que nacemos, dependemos de que alguien nos acepte, de que nos ayude a alimentarnos, de que nos haga caso. Ser rechazado equivale a morir.
Además, necesitamos darnos cuenta de que nos quieren.
Si no nos damos cuenta de que nos aprueban, nos aman y nos consideran valiosos en nuestros primeros años, lo sufriremos en la adultez. Iremos buscando la aprobación que nunca tuvimos, cayendo en malas manos o en entradas de blog como esta.

Qué vulnerables somos
Muy vulnerables. Dependemos de que los demás nos hagan caso y, al mismo tiempo, tenemos miedo de lo que puedan pensar cuando nos hagan caso.
Ya puestos, que piensen bien. Queremos que nos aprueben. Nos aterra caer mal, que nos censuren o que nos ignoren. Ser ignorados equivaldría a estar enterrados en vida.
Hazme caso o moriré
Somos muchos. Competimos por llamar la atención, a ver quién se hace con el alimento. Competimos en el mercado romántico o en el laboral.
Nos frustra la dependencia. Nos frustra no tener control sobre nuestro deseo y sobre el deseo de los demás.
Sería estupendo estar en el foco donde apuntasen los deseos ajenos, pero “el hambre, que no se note”. Si los demás se dan cuenta de que dependemos de que nos hagan caso y nos aprueben, las consecuencias serán terribles.
¿Qué es lo que haces tú cuando alguien está muy desesperado por llamar tu atención? Dejo esto en el aire.
Los demás también dependen de tu aprobación
¿Has probado a ver la situación desde el otro lado? Es muy didáctico.
Fíjate en los medios de comunicación, en los comercios o en Internet. Mira qué marabunta humana está tratando simultáneamente de endulzarte los ojos y los oídos. Todos, muertos de hambre de atención.
Los hay movidos por la codicia. Quieren vender más. Y, en el extremo opuesto, los hay que dependen de que les des una oportunidad. Si tú no les haces caso, morirán.
Habrá artistas que abandonen su carrera, negocios que cierren, amantes que nunca te vean sonreír y anónimos que se aíslen aún más en su rincón… porque tú no les has hecho caso.

No tienes la culpa de no elegirlos a todos. Y ellos tampoco tienen la culpa de no elegirte a ti. Pero… es que no necesitas que te aprueben todos.
Por ahí empezamos con las soluciones.
1. No necesitas la aprobación de TODOS
Necesitas la aprobación de los que cuentan. Y los que cuentan son esos que ven valioso lo que estás ofreciendo.
En la amistad pueden ser unas personas. En los negocios, otras. Es complicado tener a todo el público a favor.

Respecto a la amistad, los únicos amigos que cuentan son los que puedes llamar a las 4 de la mañana, según Marlene Dietrich (a ver quién no la secunda en sus palabras).
Sé selectivo. Elige tú.
2. Ábrete a la sorpresa
La desaprobación y la aprobación no son permanentes. Si acaso, la aprobación es la más efímera de las dos. Hoy la tienes. Mañana, quién sabe.
- La pareja que un día te aprobó, puede dejar de considerarte valioso con los años. ¡Oh! ¡Encontró a alguien más joven a quien aprobar!
- En el trabajo fuiste valorado y te siguen considerando valioso. Pero, en lugar de renovarte la aprobación, prefieren a aquel chulapón de los dos másters, que tiene mucha labia y sabe venderse. (Quién te mandará ser tan callado, jolín.)
- Tus amigos te consideraban lo mejorcito, hasta que cada uno tiró por su lado. Ahora se acuerdan de ti ocasionalmente, por curiosidad y añoranza de sus tiempos de juventud.
- La gente que antes te miraba por la calle, ya no está. Cuando caminas por donde hay personas solo te miran si están a punto de chocar.
Y tú, preguntándote qué ha pasado. ¿Qué te faltó? ¿Qué no fue suficiente? ¿Qué tuviste que dar en su día para que renovaran su interés por ti?
Deja, deja… No le des más vueltas. Los deseos cambian y, para más inri, lo que ellos desean no depende de ti. No dependía entonces y no depende ahora.
De ti depende lo que sigue… Y es mucho.
3. Apruébate tú primero
Ya no eres un niño. De niño dependías de que otro dijera que eras bueno para considerarte bueno. Esos tiempos quedaron atrás (cronológicamente, al menos).
Toma la decisión de aprobarte, independientemente de lo que haga el resto.
Porque, sí, necesitas que te aprueben, que te quieran, incluso para poder satisfacer las necesidades más básicas. Pero no necesitas que lo hagan todos.
Necesitas que te aprueben las personas adecuadas. Solo esas. Y tú eres la primera, la más necesaria de todas.
Gracias por leer.