Nuestra vida se divide en distintos ciclos o etapas. Nos acostumbramos a que existe una edad para ir a la escuela, para salir con los amigos, para casarse…
Y a ese período (o etapas) de juventud, de descubrimiento, de cambios, de oportunidades e ilusiones les siguen las etapas más tranquilas.
Etapas de madurez en las que se supone que nuestra vida está encarrilada, hecha.
Pero eso es tan sólo una creencia.
La vida, de principio a fin, puede ser una aventura de descubrimiento. No tiene sentido que nos privemos de explorar sólo porque nos sintamos un poco mayores.
1) Nunca es tarde para enamorarse
En cuestiones de pareja, nunca es tarde para encontrar a alguien con quien compartir esta aventura. Ni lo es para enamorarse de nuevos libros, canciones o lugares.
No es tarde para apasionarse por un sueño, por un objetivo. No lo es para dejarse envolver por él y para alegrarse de tenerlo.
Esto puede suceder a cualquier edad. Y es para celebrarlo, porque algunas personas pasan su vida sin tener ni idea de quién o qué les entusiasma.
Si tú lo sabes y lo vives, tengas la edad que tengas, ¡disfrútalo!
2) Nunca es tarde para cambiar
«Soy demasiado mayor para cambiar» es tan sólo una excusa. Quizás, un prejuicio o la falta de coraje están detrás de ella.
Se puede dejar atrás un mal hábito por muchos años que nos haya acompañado. La edad no importa.
Tampoco importa la edad para tomar una decisión que acarree un cambio más trascendente: un cambio de profesión, una mudanza, un matrimonio… Ni importa para rectificar el rumbo que elegimos en su día.
Por difícil que nos lo ponga la vida, la elección está entre apegarnos a lo conocido, resignándonos, o atrevernos a asumir el riesgo.
Y la más importante, que engloba a todas las demás…
3) Jamás es tarde para aprender
Hay tanto que descubrir que, para quien se lo proponga, una sola vida se le quedará corta.
Tenemos la oportunidad de aprender cada día. La de enamorarnos de algo nuevo; la de cambiar de opinión, de costumbres, de esquemas…
Ya giremos dando un vuelco a todo lo vivido o lo reforcemos con nuevos saberes, esa oportunidad no está casada con la juventud.
Sintámonos afortunados y aprovechémosla. No dejemos de explorar con los ojos curiosos de un niño, ni de probar, ni de emocionarnos, ni de crecer.
Eso es vivir. ¿Y quién dice que para vivir sea demasiado tarde?