Qué conveniente sería disponer de un interruptor para encender las ganas de trabajar, aunque sólo pudieras usarlo con las tareas más difíciles o pesadas.
De hecho, parece que sí existe una especie de interruptor mental cuando hablamos de lo contrario: de poner las ganas en OFF totalmente.
Cuando te crees que una tarea es difícil y pesada, más le huyes. Es como si dicha tarea fuese más grande que tú y viniera a devorar la felicidad del día.
Dicho esto, ¿te has fijado en la diferencia que hay cuando tú te sientes superior a la tarea? El panorama suele cambiar.
Piensa en un informe cualquiera, en un tema que quieras estudiarte o en una habitación que vayas a limpiar, por poner ejemplos variados. Se te quitan las ganas cuando anticipas lo pesado o lo difícil que será.
Por el contrario, si ante la falta de ganas te dices a ti mismo que serás muy capaz de hacer esa tarea y que terminarás pronto, le das menos vueltas a pasar a la acción… y te ahorras sufrimiento.
Básicamente, es una cuestión de actitud, que se podría desgranar así:
1. Confía en tu solvencia.
Siente que puedes hacer la tarea, que estás por encima. Y, si no es así, prepárala un poco antes de empezar: divídela en pasos y hazte de los instrumentos que necesitas.
Todo listo. La tarea tiene los minutos contados. 😉 (Hablando de minutos…)
2. Date un margen de tiempo y cíñete a él.
Si aún no has probado a ponerte una hora para acabar las tareas-tostón, pruébalo.
Ahorras una barbaridad de tiempo cuando te das un margen y te propones a conciencia no sobrepasarlo, incluso cuando no calculas bien y terminas pasándote un poco.
3. Rebaja el perfeccionismo.
Cumple con lo “gordo”, con lo más importante y deja los retoques para el final. Y, si la tarea no requiere de un esmero exquisito, despáchala pronto.
Muchas veces, pulir detalles no impacta significativamente en el resultado, pero sí se lleva tiempo y esfuerzo. Unos recursos preciosos, que puedes dedicar a la siguiente tarea o a disfrutar de tu tiempo libre.
Practiquemos.