¿Cómo te has levantado hoy? ¿Tienes ganas de ponerte con lo tuyo?
En caso de que estés dispuesto a comerte el mundo. ¡Enhorabuena! ¡Adelante!
Y, si necesitas subir alguna rayita a tu nivel de motivación, recuerda NO hacer estas cinco cosas.

1. Olvidar lo bueno que hiciste
Motivarte es más difícil cuando sólo tienes en la cabeza lo que hoy vas a hacer o lo que se ha quedado pendiente de terminar.
Es un poquito más fácil si también tienes en cuenta lo que has hecho y los avances que has realizado, aunque sean pequeños. Éstos pueden impulsarte para continuar en acción.
A tu gusto y estilo queda cómo y cuándo vas a fijarte en esos progresos: anotando en un registro, haciendo balance al final del día o al comienzo del día siguiente. Como sea, no te olvides de ellos.
2. Planear tareas sin tener tiempo para ellas
Creo que a todos nos encantaría que el día se estirase para que cupiesen holgadas todas las actividades que queremos hacer, las placenteras y las otras.
Pero esto no es así: Tenemos un límite de 24 horas y a ése hemos de ceñirnos. Por no hablar del límite de la energía. Todos no tenemos la misma.
¿Qué vas a hacer tú en este día? Si acostumbras a planear muchas actividades y suelen quedarse algunas colgadas al final, no es raro que te desmotives.
O, peor todavía, que alimentes la sensación de que vas a contrarreloj o de que no haces lo suficiente. ¡Claro que haces! Haces lo que tú eliges hacer.
3. Dar prioridad a lo menos importante
En lugar de improvisar con lo que caiga, empiezas el día con una selección de las tareas que quieres hacer. ¡Bien!
Es muy motivador ver que vas terminando cosas conforme avanza el día. PERO siempre que se trate de tareas importantes, no de las secundarias.
Lo más importante (para ti) tiene prioridad. Avanzar en esas tareas que te acercan a la vida que quieres es lo que más motiva.
Por ejemplo: Durante la tarde, terminas la limpieza, las compras y envías unos mensajes a los amigos (como habías previsto). Pero se te queda colgado tu ratito de ejercicio, que en teoría era prioritario.
Has terminado más cosas, pero no has respetado tus prioridades. Eso no es muy motivador.
4. Saltarte los descansos
Según tu naturaleza y la naturaleza de las cosas que hagas, necesitas determinados espacios para descansar y reponer fuerzas.
Si no respetas esos descansos, tarde o temprano, te cansas. Y motivarse cuando uno está cansado es muy difícil.
Así, tal y como eliges tus actividades, elige tus descansos. Planéalos. Y, durante los mismos, incluidos ésos que intercalas en la jornada de trabajo, aléjate de la actividad y relájate.
Ahora mismo pienso en quienes trabajan sentados la mayor parte del día y, aunque sea cinco minutos que se tomen de respiro, permanecen sentados. ¿Será porque era una de mis costumbres? (Desastrosa, por cierto.)
5. Rodearte de influencias poco adecuadas
Es simple. Si quieres que “se te peguen” las ganas de hacer cosas, te relacionas con personas activas. Júntate con el que no da un palo al agua o con el que se queja hasta del aire que respira… y eso mismo es lo que se te “pegará”.
Todos nos acabamos pareciendo a esas personas con quienes más nos relacionamos.
En tu caso, si quieres ser más activo (o alegre, organizado, responsable, etc.), busca la compañía de personas que exhiban esas cualidades.
Relaciónate más con ellas y menos con las que tiran de ti hacia un lugar donde no quieres estar.
Lo dicho. Independientemente de que un día te levantes con más o menos ganas de acción, lo que tú haces (o dejas de hacer) influye en que esas ganas puedan aumentar o disminuir.
¿Qué tal si hoy intentamos que aumenten?
Imagen de Steve-h