Es difícil reconocer tu esfuerzo cuando desde fuera no ven el que has hecho, sino el que te ha faltado por hacer.
Tú mismo dudas. Te planteas que pueden tener razón al insinuarte que no es suficiente. Y te sientes frustrado o culpable por lo que te faltó, dejando de apreciar lo que sí hiciste.
Es peligroso depender por entero del reconocimiento externo. Porque este no siempre se dará como esperas.
Es más, en ocasiones el exterior será una fuerza que oprima o empuje hacia abajo tu autoestima. Y, si tú no estás ahí, para reconocer tu esfuerzo y apoyarte a ti mismo, vas a pasarlas canutas.
Cuando lo que NO hiciste destaca más que lo que SÍ hiciste
Es irónico, ¿verdad? Irónico, frustrante y lo de más allá.
Situación 1
Imagina que estás en el trabajo. No paras en toda la jornada de despachar asuntos importantes. Y, antes de irte a casa, el jefe te pregunta si llamaste a Gutiérrez.
Al decirle que lo intentaste varias veces sin éxito, tu jefe se enfurruña. Te deja caer que ESO era importante.
Los intentos de dar con el bendito Gutiérrez son ignorados. Tan ignorados, como los asuntos importantes que sí resolviste con éxito, que fueron un montón.
Situación 2
Imagina que padeces depresión o cualquier otro hándicap que suponga que para ti sea más difícil lo que el resto hace con una mano en la cintura.
Tu familiar, que te quiere de veras, te dice con la mejor intención del mundo que salgas hoy a la calle. Y, al encontrarte más tarde, ve que hoy tampoco saliste a la calle.
– Venga, inténtalo. Pon de tu parte.
Ese familiar intenta animarte, pero consigue lo contrario. No ha visto que tú ya has puesto de tu parte. Todo lo que pudiste.
Hoy te costó mucho levantarte de la cama, vestirte, asearte… Esas cosas tan “normales”. Incluso sacaste adelante más tareas de la casa. Pero nada de eso se vio.
Lo que sí se vio es lo que dejaste de hacer: que no saliste a la calle.
Hace su aparición estelar… ¡la culpa!
Cuando los demás, sobre todo la gente que te importa, ignora o minimiza los esfuerzos que has hecho, lo que se siente es terrible.
Puede que algo de este cóctel te suene:
- Frustración. La de no llegar donde tú quieres llegar.
- Desmotivación. La que resulta de saber que, por mucho que te esfuerces, resalta aquello que te ha faltado por hacer. Tus avances pasan desapercibidos.
- Soledad. La que experimentas cuando no te sientes escuchado y, mucho menos, comprendido en lo que haces.
- Cada vez menos confianza en ti mismo, ante la abundancia de recordatorios de lo que no has podido hacer.
- Culpa. O la amarga sensación que surge de la duda: “¿No habré hecho todo lo posible?”
¿Qué hará por ti la culpa?
Nada. La culpa no hará nada por ti. Fustigarte a ti mismo, no hará que estés más motivado para hacer lo que quieres.
Porque tú sí quieres. Y sabes qué es lo que te conviene hacer sin que te lo recuerden.
Por eso te esforzaste y por eso quieres seguir haciéndolo, aunque se te quiten las ganas cuando escuchas: “Es que tienes que poner de tu parte.”
¡Qué leches! ¡Como si no hubieras puerto de tu parte!
Es terrible escucharlo, especialmente cuando viene de alguien que ha estado ahí, al lado, y no ha visto que sí te esforzaste al máximo. ¿De qué puedes sentirte culpable?
Ante tal panorama, lo que sí puede levantarte es ponerte de tu lado. Ser tú el primero en reconocer el esfuerzo que haces y en valorarlo.
¿Cómo hacerlo?
10 Maneras de reconocer tu esfuerzo y apoyarte a ti mismo
1. Dale menos peso a la valoración externa
La mayoría de las personas no presta atención a tus dificultades, a tus problemas o a lo mucho que te esfuerzas. O no tanta como tú.
Cómo vas a depender de que un buen día tengan a bien darte la palmadita en la espalda… Recíbela con gusto cuando llegue, pero no la esperes.
Algunas personas no tienen la capacidad de entender tu situación ni de ponerse en tus zapatos. Y esto vale incluso para las que tienes cerca.
No le pidas peras al olmo. Porque a veces, sin entender tu situación, te brindamos consejos bienintencionados que no te ayudan nada.
(Sí, sí, me meto en el saco de cabeza. Muchos nos equivocamos en esto.)
2. Sé consciente de lo que haces bien
Tú estás contigo las 24 horas. Estás contigo cuando te equivocas y también cuando aciertas.
Intenta no dar todo el protagonismo a los errores o a lo que te ha faltado por hacer. Equilibra. Presta atención a lo que has hecho bien, en ese momento, y reconócelo.
3. Haz balance al final del día
La mayoría nos quedamos con tareas por terminar cuando llega la hora de meternos en la cama. Y esos pendientes bastan para ponerle el sabor agrio al día.
No, por favor.
Antes de visitar a Morfeo, haz recuento también de lo que sí has hecho y de las veces que has acertado, para que mañana tengas ganas de levantarte y volver a la carga. Haz balance.
4. Valora más el esfuerzo que los resultados
Hay resultados que no dependen por completo de ti mismo. A veces se retrasan. Otras, no llegan. Y hay que tomarlo así.
También hay veces que no llegas al resultado que quieres porque te equivocas o porque avanzas más despacio, incluso poniendo TODO de tu parte.
Pase lo que pase, concede valor al tiempo y la energía que ahora estás invirtiendo. Nadie mejor que tú sabe cuánto es.
5. Cuida de lo más básico
Cuando te atrapa el convencimiento de que tu esfuerzo es invisible y no sirve para nada, puedes caer en el descuido de lo más básico: tu alimentación, tus horas de descanso, etc.
Los buenos hábitos tienen mucho que ver con la autoestima. Cuando te quieres a ti mismo, intentas cuidarte bien. Si pierdes aprecio por ti mismo, le pones menos empeño.
Lánzate el mensaje de que te importas, porque al revés también funciona. En la medida de lo posible, presta atención a tus hábitos saludables. Sigue con ellos.
6. Recompénsate a ti mismo
Cuidar de ti mismo (lo de arriba) no es una recompensa. Una recompensa es que decidas darte un premio que vaya en consonancia con el esfuerzo que has hecho.
Con lo que te gustaba montar en bici y hay que ver desde cuándo no lo haces… Hoy es el día.
Ese gesto también es un mensaje directo para la autoestima.
[Ver: Autorrecompensa tras el deber cumplido.]
7. Deja que lo que sientes salga fuera
Hablar con alguien que quiera escucharte y comprenderte sería lo ideal. Pero a veces no cuentas con esta opción.
¿Qué puedes hacer?
Expresar lo que llevas dentro con la escritura, con la pintura, con música… Es una idea.
También ayuda, como habrás podido comprobar, ver reflejados tus sentimientos en la escritura, en la pintura o en la música que expresa otra persona con una lucha parecida a la tuya.
Ver lo que sientes fuera te ayuda a sentirte menos solo, aliviado. Así evitas que el malestar se acumule dentro.
Gracias a ello, puedes ver con más claridad lo que representa tu esfuerzo. Y también puedes pensar mejor sobre qué hacer a continuación.
8. Haz más de lo que se te da bien
¿Hay algo que te guste y se te dé bien? Acude a ello más a menudo. Vive más la alegría y la experiencia de progresar que te brinda esa actividad.
Eso es un reconocimiento, una recompensa. Y también un arma motivadora para afrontar lo que más te cuesta.
9. Evita las comparaciones destructivas
No estás reconociendo tu esfuerzo ni tu progreso cuando mides lo que a ti te falta con lo que a otro le sobra. Porque al otro también le faltan cosas que tú no ves.
Sé justo contigo. Si quieres compararte, hazlo para aprender sin juzgarte duramente en tanto estás avanzando.
Pero, sobre todo, compárate contigo mismo.
Mira el camino que has recorrido de un tiempo a esta parte. Y, si hay pasos significativos que vale la pena celebrar, alégrate por ellos y agradécete haberlos dado.
10. Sé un amigo incondicional para ti mismo
Sé un amigo de verdad, de esos que están a las duras y a las maduras. Háblate como tal.
Cuando la pifies… o no llegues… o te falte… o no alcances… date la mano y tira de ti para salir del hoyo.
➜ Relaciónate más con personas que escuchen
Invierte más en las personas que quieren escucharte y quieren entenderte, aunque a veces metan la pata (como nos pasa a todos).
Deja de desgastarte tratando de explicarle cómo te sientes a quien no tiene interés alguno en saberlo. Y deja de esperar que reconozca tu esfuerzo. No lo va a hacer.
➜ Establece relaciones colaborativas
Relaciones en las que des y recibas. Relaciones en las que tú puedas aportar lo que otro necesita y también estés abierto a recibir lo que otro te dé.
Atento a cuando te toque dar. Porque ahí vas a reconocer que, cuando das, es porque tienes algo valioso que otro necesita.
➜ Reconoce el esfuerzo de los demás
Si en esas relaciones (con personas que escuchan) buscas atención y reconocimiento, brinda también los tuyos.
Intenta no ser tú quien diga: “Anda, pon de tu parte”, sin haberte fijado antes en lo que esa persona está esforzándose.
➜ Confía en las valoraciones positivas que te hagan
Vas a recibir valoraciones negativas, desacertadas o torpes. Pero también recibirás valoraciones positivas.
No tienes porqué desconfiar de ellas o, al menos, dales el beneficio de la duda cuando vengan de parte de una persona en quien confías.
Cuando te digan que lo has hecho bien, acéptalo. Lo mismo que cuando te dicen que te has equivocado o que te has quedado corto.
Atención a la complacencia
Si no lo llamas complacencia, llámalo comodidad o conformismo. Ocurre cuando te pasas de indulgente, dándote la palmadita en la espalda por haberte esforzado y quedándote donde estás.
Esa no es la idea.
Pero, vamos, de todo lo anterior puedes usar y descartar lo te parezca. E interpretarlo como gustes. Faltaría más. Son solo ideas.
En resumen, 3 propuestas
- Cuando el entorno cierre los ojos ante tu esfuerzo, abre bien los tuyos.
- Depende menos de las valoraciones externas.
- Y sé un amigo incondicional para ti mismo.
¿Cuándo fue la última vez que escuchaste “pon de tu parte” y te sentó como un tiro? ¿Cómo haces tú para reconocer tu esfuerzo cuando el entorno es un desierto de desmotivación?