Esta entrada contiene reflexiones sobre buenos momentos (y un poquito menos buenos) que todos hemos vivido.
Son una serie de entradas cortas que fui escribiendo a lo largo de varios años y que he recopilado en este lugar.
La intención de estos breves escritos ha sido la de motivar: poner el foco en un momento para encontrarle el punto amable.
Ahí sigue una tabla de contenidos, por si quieres leer alguna de las reflexiones.
¿Dónde se fueron aquellos momentos?
¿Dónde se fueron aquellos momentos? Observas las fotos que te tomaste hace años o revisitas experiencias agradables en tu memoria y te parecen tan lejanas…
Ya no existen. Ya no están. ¿Cómo que no?
Ese tiempo está en ti. Todos esos momentos te han convertido en la persona que eres ahora.
El pasado no se pierde para siempre, porque tú puedes tomar de él la riqueza que quieres conservar y sobre la que vas a seguir atesorando momentos preciosos.
Si lo miras así, verás que cada día transcurrido ha ido enriqueciéndote. Hoy mismo, cuando des por terminada la jornada, habrás sumado experiencias y conocimientos.
El reloj seguirá haciendo su tic-tac. Este día dará paso a otro. Dejarás ir los momentos que menos te agraden. Y te quedarás con los que sumen en amor, en sabiduría, en fortaleza.
¿Qué le quieres poner a este día?
Sea lo que sea (gestos cariñosos, risas, reflexiones, descubrimientos, progresos, etc.) no lo perderás. Se quedará contigo, si así lo deseas.
La vida sigue
Los días transcurren y tú sigues adelante, progresando en lo tuyo. Poco a poco, los esfuerzos comienzan a notarse. Y, de repente, llega el día en el que ese progreso es interrumpido por un imprevisto “tonto”.
¿Qué haces? Vives la interrupción. Cuando termina, la dejas ir y tú sigues hacia delante.
Lo propio haces cuando se da un error, un fracaso o un evento doloroso. Encajas el golpe, aceptas la decepción, aprendes de la situación… Lo que toque.
Hasta que estás listo para decir: “La vida sigue”.
También lo haces en ocasiones más “felices”, como unas vacaciones, un éxito, un evento especial o una alegría inesperada. Disfrutas el momento mientras dura y, después, te concentras en lo siguiente.
La vida es cambio. Cada día se llena de sustancias variadas: agradables y desagradables; esperadas e inesperadas; intensas y anodinas… O una mezcla extraña de lo anterior.
Y ahí estás tú: resolviendo situaciones, disfrutando lo mejor, encarando lo peor; moviéndote de un momento al siguiente, que puede ser muy distinto al que dejas atrás.
No te estancas en lo malo que ocurrió. No te aferras a lo bueno que ya pasó. Viviste lo que surgió. Lo sufriste. Lo aprovechaste. Y ahora te dispones a vivir lo que el nuevo momento te pone en frente.
Que la experiencia de lo vivido te sirva de inspiración. Que lo aprendido te ayude a asimilar lo nuevo. Y que lo pasado alimente tus fuerzas para luchar el día de hoy.
Porque la vida sigue… y tú con ella.
Lo bueno, si breve, dos veces bueno
La frase fue acuñada por Baltasar Gracián, un escritor español del Siglo de Oro.
Lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Sabemos que algo bueno es muy breve cuando lo estamos echando de menos incluso antes de que termine.
Así es que, digo yo, que también podría decirse: “Lo bueno, si breve, dos veces breve.” ¿Tú qué crees?
- ¿Es verdad que lo bueno es mejor si dura poco?
- ¿Es verdad que puede hacerse más corto gracias a lo bueno que es?
Quizás, si lo bueno durase demasiado, terminaríamos hastiados de tanto placer. Recordemos también el refrán que decía algo como: “Lo poco agrada y lo mucho enfada.”
Paradójicamente, lo mejor de los buenos momentos es que se acaban.
¿Quién quisiera pasarse toda la vida escuchando la misma preciosa canción o admirando la misma puesta de sol?
Lo bueno perdería su efecto con el tiempo, hasta que dejaríamos de notar que está. Justo como ocurre con determinados detalles, que ya nos cuesta apreciarlos de lo recurrentes que son en nuestro día a día.
¿Y qué tiene de malo que haya momentos buenos que duren poco?
Algunos de ellos, apenas se sitúan en una pequeña fracción de tiempo, pero después nos acompañan durante toda la vida.
Lo bueno también se acaba
Cuando atraviesas una etapa difícil, la certeza de que terminará alimenta tu esperanza. Es positivo ser consciente de que los malos tiempos quedarán atrás.
La cosa es que con los buenos tiempos ocurre lo mismo. Quizás sea deprimente pensarlo y muy difícil admitirlo.
Muchas de las personas que quieres no van a estar contigo hasta el final de tus días. Las relaciones acaban. Las vivencias felices tienen sus días contados. Tu propia existencia es finita.
¿Qué tiene de positivo pensar que lo que más amas terminará, quizás antes de lo que esperas?
Más de lo que parece.
Saber que lo que vives no durará para siempre hace que prestes más atención a los aspectos que sí funcionan, incluso cuando atraviesas por una experiencia adversa. Y, al prestarles atención, puedes valorarlos más, disfrutarlos más.
A veces te acostumbras tanto a una situación que crees que continuará indefinidamente. Pasa con lo malo y pasa con lo bueno. Y, como lo bueno “no molesta”, comienza a pasar inadvertido hasta el día en que lo pierdes.
No esperes a ese día para darte cuenta de lo valioso que es. Lo familiar, lo acostumbrado, lo que siempre está ahí dejará de estarlo algún día.
¿Te entristece? A mí, un poco. Pero también me ayuda a abrir los ojos para valorar esos pequeños o grandes acontecimientos diarios.
A menudo necesito recordarlo para dar gracias por las personas importantes y las circunstancias favorables que están presentes en mi día a día.
Lo triste es darse cuenta de lo importantes que eran justo cuando ya no están, ¿no crees?
El buen momento que te perdiste
Perdiste la oportunidad de un viaje al que te habría encantado ir. No asististe a la fiesta del fin de semana. Tus amigos conocieron a una persona interesante y, ¡oh no!, te lo perdiste también.
Además de estas, te perdiste (y te perderás) unas cuantas alegrías. Muchas. ¿Te entristecen las oportunidades de pasarlo bien que no aprovechaste?
No hay razón para ello. Por una cosa o por otra, todos nos vamos a perder eventos alegres.
¿La propuesta? Pensar más en las oportunidades venideras que en las que ya pasaron.
Por delante hay un abanico de posibilidades. Algunas de estas, tal vez sean mejores que muchas de las oportunidades que lamentamos haber desaprovechado. Quién sabe.
Pensar en lo perdido y regodearnos en la decepción, hace que no veamos las oportunidades que podemos cazar o construir en lo sucesivo. Y, además, nos quita espacio para saborear las pequeñas alegrías.
Porque, además de lo grande (viajes, fiestas, éxitos estruendosos), podemos disfrutar las pequeñas cosas cotidianas.
¿Te has perdido unas cuantas alegrías? Yo también. Pero, ¿qué tal si nos concentramos en las posibilidades de este día y en esos eventos que nos ilusionan y están por venir?
Buena parte de esas alegrías las construiremos nosotros o las descubriremos entre lo que nos rodea. Estemos atentos.
El momento que quedó atrás
Transcurre la vida, compuesta por una sucesión de momentos. Y, en cada uno de ellos, podemos tomar una decisión:
- ¿Me voy a dormir o me quedo viendo la tele?
- ¿Visito a mi madre o lo dejo para mañana, si tengo tiempo?
- ¿Le mando un mensaje a mi hermana o dejo que deduzca que aún sigo molesta desde nuestro último rifi-rafe?
Un momento tras otro. Una decisión tras otra.
A veces quedamos conformes con la decisión que tomamos. Otras, no. Miramos hacia atrás y desearíamos cambiar lo que decidimos en un momento dado.
Somos humanos. Como tales, nos equivocamos o cambiamos de criterio. Y entonces, lamentamos lo que hicimos o lo que dejamos de hacer en un momento que ya no existe.
- Debería haber visitado más a mi madre.
- Podría haber aprovechado la ocasión para hacer las paces con mi hermana.
- Tendría que haber estudiado más.
- ¿Por qué compré yo esta porquería?
Por muy acertados que queramos estar, fallaremos o cambiaremos de opinión más de una vez, deseando rectificar lo que elegimos en aquel momento.
Eso, a pesar de saber perfectamente que el tiempo no puede echarse atrás.
Hasta que en un momento cualquiera (este mismo es bueno), decidimos hacer las cosas de otro modo. Decidimos dejar de pensar en lo que no puede deshacerse, para mirar con detenimiento qué opciones tenemos ahora.
- Apenas veo a mi madre. Hoy subo a su casa sin falta.
- Le mandaré este vídeo gracioso a mi hermana.
- Ayer no estudié nada. Ahora mismo me pongo.
Porque a cada nuevo momento que vivimos tenemos la oportunidad de elegir mejor o de elegir algo distinto a lo que no nos dejó convencidos la última vez.
En lugar de lamentarnos mirando atrás, centrémonos en la decisión de ahora, que es la que está en nuestras manos.
La vida, una sucesión de momentos
Es curioso. Vivimos tan deprisa que nos hemos acostumbrado a manejar grandes bloques de tiempo.
Contamos horas. Vemos los días, que pasan volando mientras hacemos un montón de cosas diferentes. Pasan las semanas como una exhalación. Los meses. Los años.
Todo son bloques grandes y precisos de tiempo. En cambio, cuando echamos la vista atrás, ¿qué es lo que recordamos?
Recordamos momentos. Nos vemos a nosotros mismos en instantes que quedaron atrás. ¿O quién es capaz de evocar a la perfección ese mes de vacaciones que pasó en la playa?
Al mirar atrás volvemos a vivir “eso” que hizo significativo un momento dado: Sensaciones, palabras, risas, besos, canciones…
De ahí que sea bueno recordarnos a menudo la importancia de prestar atención, de aprovechar los momentos y de provocar otros tantos.
Tampoco hace falta recordarlos todos. Qué agobio. ¿Te imaginas que pudieses recordar incluso la ligera molestia en la encía que experimentaste el 7 de enero mientras te cepillabas los dientes? Pues no.
Se trata más de sentirnos vivos que de tratar de almacenarlo todo. De apreciar los detalles, porque cada momento es una experiencia única que da paso a la siguiente. Y existen muchas que merece la pena saborear, incluso cuando son amargas.
No es la primera vez que escribo algo de esto. Pero es que yo también siento esa necesidad de sentir, de aprovechar lo mejor que pueda la vida, sin que se pase tan rápido como un purgante al que no se toma el sabor.
Hoy me he sentido nuevamente movida a recordar esto en el blog, después de leer unas hermosísimas palabras de la hermana Corita Kent (además de monja, fue artista, pacifista y muy sabia).
La cita textual es esta:
Love the moment. Flowers grow out of dark moments. Therefore, each moment is vital. It affects the whole. Life is a succession of such moments and to live each, is to succeed.
Traducción libre:
Ama el momento. Las flores crecen en los momentos oscuros. Por eso, cada momento es importante. Afecta a todo. La vida es una sucesión de momentos y, vivir cada uno de ellos, es un éxito.
Quedémonos con sus palabras. Para mí, son un consejo muy valioso. Espero que para ti también.
Disfrutar los detalles en los malos momentos
La carga de problemas está muy mal repartida. Mientras unos llevan un equipaje ligero, a otros les toca avanzar como un mulo de carga y si es que avanzan.
También hay quien queda atrapado en una especie de cepo y no se mueve en ninguna dirección.
Ahí está la importancia de disfrutar de las pequeñas cosas, especialmente en los momentos más difíciles. Son solo eso: momentos.
Y todos alternamos los buenos con los malos, a pesar de que estos últimos se dilaten a veces en el tiempo más de lo que deseamos.
Fíjate en esas pequeñas cosas.
Disfrutar de las pequeñas cosas en el momento presente es un hábito y, como tal, se adquiere con la práctica.
Cuando la vida nos sonríe, cuesta menos mirar alrededor y dejarse envolver por lo bello: una melodía, una sonrisa, el sabor ácido de las fresas, el calorcito del sol en nuestros pies…
En cambio, cuando los problemas se convierten en una sombra negra, perdemos de vista muchos bellos instantes y también las ganas de disfrutarlos.
Es entonces cuando se hace más necesario abrir los ojos, buscar lo amable, encender una luz. Y todo esto se traduce en aferrarse a lo bueno que trae este día, así sea minúsculo.
Incluso en el día más aciago puede reconfortarte el calor de una palabra o de cualquier otro detalle. Búscalo.
Disfrutar de los pequeños momentos
La vida está formada por miles de pequeños momentos, acontecimientos minúsculos que, unidos unos a otros, conforman el paso de los días y configuran el aspecto de nuestra vida. La felicidad nos espera ahí, detrás de cada uno de ellos.
La felicidad es un modo especial de ver la vida; es la capacidad de maravillarse y sorprenderse por cuanto nos rodea.
El paso del tiempo demuestra que finalmente recordamos lo más sobresaliente de nuestras vidas, y ahí están siempre esos pequeños momentos, instantes aparentemente insignificantes que guardaban dentro de sí destellos de felicidad.
Una sencilla comida en buena compañía, un paseo agradable, un momento de risas, nos enseñan que la felicidad muchas veces consiste en disfrutar de los pequeños momentos.
Tres instantes que salvan el día
El día está a punto de terminar y, si te diera por describirlo, utilizarías palabras como: estresante, agotador, pesado…
Tu mente revolotea por la montonera de trabajo, por la discusión que tuviste, por el dolor de pies, que no veían la hora de que los liberases de los zapatos.
Si mañana comenzaran las vacaciones, respirarías aliviado. Pero, no. Piensas que mañana será un día como este: frío, presuroso y repleto de incomodidades.
No te vayas a dormir así, sin poner un poco de equilibrio. El día fue correoso, pero también tuvo instantes agradables que vale la pena rescatar, ¿o no?
Revive esos tres momentos.
Así sean tres simplezas y no más. Tráelas a tu mente. Por ejemplo:
- Tu hermano te contó que le va estupendamente en su nueva relación y te alegraste por él.
- Ayudaste a una señora con las bolsas de la compra y te supo bien hacerlo.
- Sonreíste viendo al gato hacer de las suyas.
Lo que sea, recuérdalo. Aunque breves, fueron momentos placenteros.
Rescata esos instantes. Quizás no saltes pletórico de la dicha cuando los revivas, pero sí vas a sentirte un poco mejor. Verás que el día no ha sido totalmente desastroso.
Eso ocurre cuando cambias el foco de atención, que antes de hacer este pequeño ejercicio estaba puesto solo en las calamidades del día.
Quizás mañana te las tengas que ver de nuevo con el tráfico, el jefe hiper-exigente, los líos de la casa y toda la marabunta de obligaciones que tienes.
Pero será un día distinto. Un día en el que, como en este, vivirás buenos momentos si tú quieres. Y, quizás, como ha pasado hoy, te sirvan para recordar que en un mismo día cabe de todo y que tú decides con qué te vas a quedar.
Este día tiene algo maravilloso
Este día tendrá momentos muy diversos, entre los que se incluyen unos cuantos realmente maravillosos.
Que ese sea un pronóstico acertado quizás esté en tus manos.
¿Maravilloso? La palabra se te irá de la mente cuando te toque fregar los platos o mientras estés en el banco esperando a que te atiendan.
O, ¿quién sabe? ¿Y si fregando se te ocurre una brillante idea? ¿Y si te encuentras en el banco con alguien interesante?
De acuerdo. Ya bajo a tierra. Esas son tareas que hay que hacer, simplemente. Forman parte de las que realizas a diario, como persona responsable que eres.
Aun así, el día da para vivir; no solo para sobrellevarlo o para sobrevivir entre obligaciones.
Más que la situación en sí, importa cómo la vives. Puedes fregar los platos mientras cantas o hacerlo mientras te acuerdas de la trastada que te ha hecho la vecina. Lo primero, sin duda, es más agradable. Incluso podría ser divertido.
Y aunque divertido no sea lo mismo que maravilloso, también tienes oportunidades para ir acercándote al concepto que tú tengas de esa palabra.
¿Qué oportunidades? Están en tus manos.
Pregúntate qué puedes hacer hoy para sentirte realmente bien… Algo que sea divertido, entretenido, diferente… o maravilloso.
En lugar de tirarte enfrente de la tele y “matar el tiempo” (horrible expresión) mientras picas algo, haz algo que disfrutes. Si no al inicio, porque no estás acostumbrado a hacer cosas diferentes, ya le irás tomando el gusto a la aventura.
Sal a correr. Haz fotos. Prepara una sorpresa para alguien de tu entorno. Desentraña los misterios de ese novedoso aparato tecnológico. Aprende otro idioma…
Un momento. ¿Aprender se disfruta? ¿Repetir, practicar, memorizar y todo eso que cuesta tanto trabajo es divertido?
A veces, no. No es divertido, pero sí es maravilloso (según mi concepto de esa palabra). Porque estás creando, construyendo, viviendo momentos de esos que dejan su huella. Momentos valiosos.
Delante de ti hay todo un día. ¿Qué pequeños momentos harás que hoy sean maravillosos?
Hasta aquí, la recopilación. Si has leído alguna de estas breves reflexiones, muchas gracias.
Que este día vivas buenos momentos. 🙂